Dos hechos, tal vez insignificantes para muchos en el conjunto de los graves problemas que aquejan al país, han venido a coincidir estos dcías de un modo peligrosamente significativo: el acuerdo municipal de expulsar a los gitanos de Hernani y la exclusión de niños gitanos de una colonia veraniega en Madrid (EL PAIS, días 12 y 13 de julio). Dos hechos que son mucho más que una injusticia: son la punta del iceberg que revela el inmenso fonIdo de racismo inherente a nuestra sociedad y, en definitiva, la incapacidad de nuestro entramado social para aceptar y respetar a los que son distintos de nosotros.
Cuando estos hechos suceden conviene empezar a cuestionarse
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 19 de julio de 1980