El primer cartel taurino de Pepe Díaz que vimos fue también el primero que realizó: para. la despedida de su amigo Antoñete en Madrid en 1975, cuando estoqueó seis toros - en solitario. Pintado en un estilo personalísimo, muy diferente a la moda vigente, es de una enorme fuerza: el matador, que saluda con gesto preocupado en el momento de iniciar el paseillo, está solo en un redondel enorme que acaba en una lejana barrera; de los peones que intenterán ayudarle en su última tarde de toros, tan sólo hay una sombra.Antoñete volvió a los toros, y Pepe Díaz volvió a pintar un cartel. El lienzo ganó un concurso y -en siete tamaños distintosanuncia la actual Feria de San Isidro. De nuevo una barrera lejana y un albero dorado y vacío, donde esta vez irrumpe con ímpetu un toro negro, un animal único que puede,matar un tigre, levantar un caballo, empitonar una hoja", en palabras de un aficionado. El cuadro resume la pregunta que los aficionados nos hacemos en este momento seis veces por tarde, 30 tardes por feria: ¿Qué pasará?
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"En el siglo pasado hubo arte de vanguardia en los carteles taurinos", dijo Díaz el otro día en su estudio sobre el paseo de Recoletos. "Luego Roberto Domingo trajo el impresionismo e incluso sus seguidores, como Reus y Ruano Llopis, aportaron cosas interesantes. Pero. desde entonces, el género se ha convertido en tópico, en rutina". Esto lo achaca a que buenos artistas contemporáneos no se dedican a la modalidad y las empresas son muy conservadoras.
(Al lector que quiere conocer el tema en profundidad, podemos recomendarle El cartel tauriño, de Rafael Zaldívar, editado por Espasa Calpe, un tomo con muchas láminas en color. En estos carteles, sea cual fuera la época, los matadores siempre torean con arte, los toros siempre son astifinos y las muJeres siempre son guapas).
Díaz, un manchego de 64 años asiduo del Café Gijón, también ha hecho carteles para sus propias exposiciones y algún acto del Partido Comunista. En junio inaugurará una exposición retrospectiva en Ciudad Real. Durante 20 años vivió en París, y ha pasado de un estilo abstracto "a la figuración, teniendo en cuenta la vanguardia, pero siempre enganchado a la tradición". '
Otra característica suya, en lo personal, parece ser la generosidad. "Repartí a amigos y desconocidos tantos ejemplares de ese cartel de Antoñete que no me ha quedado ninguno", se lamentó con una sonrisa mientras descorchaba una botella de vino para un visitante.
Si algún lector puede restituirle su obra...
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 15 de mayo de 1994