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Felipe II

Induráin no hay por qué dejar de sonreír; ésa sonrisa tuya que sería dionisíaca de no ser blanca, pero que es dionisíaca pese a quien pese... esa sonrisa tuya es la gloria intocable de una tierra, de un cielo y de una familia: tu mujer y tu hijo. Tranquilo, Induráin. Hoy me ha dicho una arquitecta catalana y universal que se llama Carmen Pinós que tú eres la definición de la arquitectura; yo digo que tu sonrisa alimenta la belleza del arte y da de comer a los pobres y a los ricos. Calma Induráin; acuérdate de Felipe II: "Yo no he enviado mi armada contra los elementos" (lo de la Armada Invencible, ¿te acuerdas?); pues te lo digo yo y te lo dicen centenares de millones de españoles vivos y muertos, y más millones aún de hombres, mujeres y niños del mundo que saben soñar sólo viéndote. No pasa nada, Induráin: tú no tienes nada que ver con la nieve ni con el frío ni con el agua de borrajas. Peor para ellos. Yo y quien me conduce a 200 kilómetros a la hora en este mismo instante, Telmo, te saludamos, ¡oh Induráin!-

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 9 de julio de 1996