Sean quienes sean, uno siempre simpatiza con los escapados. El pelotón es el partido de los conformistas, es el orden establecido. Ahora mismo, vigilado por los pretorianos de Telekom, el pelotón es un régimen caduco de entreguerras. A falta de liderazgo en la insurrección, surgen espontáneamente libertos y espartacos, tipos románticos peinados por el viento. Cuando el pelotón captura a los huidos y los reincorpora al cautiverio, a la gran jaula rodante, lo sentimos como una derrota del género humano. Pero cuando la escapada es un éxito, cuando los prófugos toman distancia, nuestro corazón late con ellos, como si fuesen chechenos, timorenses, chiapanecos o saharauis que no sopor tan vivir sojuzgados.-
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 13 de julio de 1996