Le bastó a Ranieri plantar un Valencia más brioso en ataque y más armado en el centro del campo para frenar una crisis que parecía carecer de fondo. El Valencia obtiene, tras la quinta oportunidad, su primera victoria en Mestalla, conseguida en parte también por la decepcionante visita del Zaragoza, que fue un equipo sin decisión ni personalidad.
La fuerte apuesta de Ranieri, que excluyó de la lista a Ortega, tuvo cierto efecto vitamínico para el Valencia, pues VIaovic, pese a sus numerosos fallos en el remate, le dio otro aire al equipo. O mejor dicho: le dio aire, que ya es mucho para un equipo tan asfixiado. Porque VIaovic, al contrario que Ortega, no es un esteta, de acuerdo, pero al menos chuta, dispara, remata y, además, trabaja a espuertas para Romario, que no mueve una pestaña sino es para marcar. Ayer, por primera vez, Mestalla abroncó a Romario cuando éste dio muestras de su indolencia.
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En un alarde de osadía que se antojó impropio suyo, Ranieri dejó al Valencia con tres defensas en el descanso (tras sustituir a Angloma por Claudio López). Y los beneficios fueron palpables: el cuadro local defendió mucho mejor, al tiempo que ganaba una salida por el flanco izquierdo con Claudio López, quien, además, en un globo enroscado marcó un gol espléndido.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 10 de noviembre de 1997