Los habitantes de Europa y buena parte de Asia interrumpieron ayer sus actividades, al menos durante los minutos en los que la Tierra, la Luna y el Sol coincidieron en línea recta, para calzarse las gafas más deseadas del fin del milenio y enfocar sus ojos al cielo. Desde un pastor alemán hasta el Papa. La imponente Mezquita Azul de Estambul (Turquía) se vio coronada por una irreal media luna.
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 12 de agosto de 1999