Natural de Trives (Orense), Adolfo Domínguez, de 50 años, ha convertido su creatividad en un fenómeno empresarial que fue estudiado en las escuelas de negocios. De familia modesta, estudió Filosofía y Letras y participó en varias revueltas estudiantiles en 1968. Marchó a Francia un año después.
El arte, el cine y las lecturas de Marx, Nietzche y Freud, conforman el prototipo de intelectual que se lanzó en 1975 a ser empresario y diseñador de ropa cómoda y ligera. Acertó y en los ochenta ya contaba con fábrica propia. Su lema La arruga es bella le catapultó a la fama, aunque el desarrollo empresarial va rezagado respecto al diseño. Domínguez, que rompió con sus hermanos (éstos lanzaron la marca Purificación García) por la salida a Bolsa, persigue un encaje en el competitivo mundo de la empresa. Se rodeó de consejeros expertos como Luis Carlos Croissier, Cándido Velázquez, José María García-Planas y Ángel Berges.
Vegetariano (puede pedir fresas de primer plato y verdura de segundo), austero, preocupado por la estética, Domínguez, casado con la diseñadora Elena González y con tres hijas, se encuentra ahora, tras la OPA de Hinojosa, en un momento trascendental de su carrera empresarial.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 15 de marzo de 2001