Gonzalo Hinojosa, madrileño de 54 años, es un hombre del sector textil de toda la vida. Pilota una empresa familiar que tuvo problemas en los años sesenta y que hoy es el segundo buque insignia del textil español tras Zara.
Tras su apariencia de tendero clásico se esconde un financiero que se hizo ingeniero industrial mientras trabajada en la casa. Es metódico hasta la médula y trabajador incansable. De ojos vivarachos y verbo entrecortado, conoce al detalle el paño -y nunca mejor dicho- en que se mueve. Se sabe de memoria los detalles (pros y contras) de cada una de sus tiendas. Intuitivo y poco dado a las aureolas y relaciones públicas, tomó la empresa con una factutación de 4.000 millones. En estos momentos supera los 127.000 después de engordar la empresa con varias adquisiciones. Obsesivo con las cuentas, estudia al detalle las tendencias de la moda y no pierde ripio de los informes de los analistas.
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Es consejero del BSCH, al que llegó desde el antiguo Hispano, y goza de una gran reputación, aunque él relativiza todo lo que no se sustente en números y trabajo y huye de los cenáculos donde se hace política, algo que detesta.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 15 de marzo de 2001