El PNV se presenta a estas elecciones en las peores condiciones, sólo comparables a las únicas que perdió, en 1986, frente a los socialistas, tras la escisión de Eusko Alkartasuna (EA). Paradójicamente acude en esta ocasión coligado con EA para garantizarse el primer puesto en las urnas. Ambos lograron 27 escaños en 1998, y la segunda fuerza, el PP, 16.
Las consecuencias de la aventura del Pacto de Lizarra han sido aciagas para el PNV. Quien capitalizó la tregua de ETA en las autonómicas de 1998 no fue el PNV, que perdió un escaño. Fue EH, que subió de 11 a 14. En las municipales y forales de 1999 pierde Álava y las capitales vascas, a excepción de Bilbao El municipio más poblado que gana es Galdakao, número 14 en la comunidad. Y en las generales de 2000, el PP se le sitúa a sólo 20.000 votos.
La estrategia de Lizarra aisla al PNV internacionalmente. Es expulsado de la Internacional Democristiana y el Gobierno vasco sufre un varapalo del Defensor del Consejo de Europa. Su aislamiento en la comunidad vasca también es alarmante. Lizarra, primero, y la falta de reacción de Ibarretxe y del PNV ante la ofensiva etarra, le ha hecho perder a su aliado tradicional, el PSE. Por contra ha facilitado que el pacto entre el PP y PSE, suscrito contra ETA, tenga potencia como pacto postelectoral.
Ante la necesidad de pactos para formar mayorías, sólo cuenta en primera instancia con Izquierda Unida (IU). El PNV reconoce oficiosamente que formará Gobierno con EA e IU si logra imponerse en escaños a la suma de PP y PSE.
En el caso de que la suma del PP y PSE supere en escaños al PNV, EA e IU, los nacionalistas intentarán el acuerdo con el PSE. Esta segunda apuesta es más costosa para el PNV porque EA se desvincularía de ella y, además, tendría que optar por una rectificación de su estrategia de frente nacionalista, y por un proceso autocrítico interno. Ante esta hipótesis, está dejando en segundo plano, en la campaña, a sus líderes más comprometidos con Lizarra: Arzalluz y Egibar.
No obstante, el PNV cuenta con un aliado natural: los errores de sus rivales y la campaña mediática en su contra que sus dirigentes tratan de convertir en un efecto boomerang.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 4 de mayo de 2001