Sin venir a cuento, el Barça regaló media hora larga de partido al Wisla. Espantando, el equipo sangró por los lados pese a la previsibilidad local y a los papeles del espía De la Cruz, que dijo después de ver al campeón polaco: "Hay que tapar el flanco izquierdo y atacarle con determinación". Ni una cosa ni otra. Falto de posición, el Barça se partió por la mitad, le entraron por la banda izquierda y le remataron por la derecha. Kosowski, un físico volante zurdo de 23 años, fue inalcanzable para Gabri y Rochembach. Dos veces le cogió Kosowski la espalda al lateral catalán y, ante la falta de cobertura del medio brasileño, centró para la llegada de Pater, el otro interior, que devoró la banda mal defendida por Sergi y poco cubierta por Luis Enrique. El tercer gol ya fue otra historia. En una nueva muestra de desgana, nadie hizo caso a la aparición de Moskalwicz y su remate lo rechazó Bonano para dentro en lugar de hacia fuera; eso posibilitó el disparo de Frankowski ante la impotencia de los centrales azulgrana, que levantaban los brazos hacia el entrenador para que hiciera algo. Rexach corrigió el partido en el descanso después que Rivaldo resolviera con goles las disfunciones del equipo. A falta de laterales y extremos, mal que parece que puede ser duradero, el Barça vivió de Rivaldo y Kluivert. Una evidencia que el técnico del Barcelona, reconoció nada más concluir el encuentro: "Rivaldo ha vuelto a ser decisivo. Es un jugador muy importante para nosotros y hoy lo ha vuelto a demostrar una vez más. Tiene ese encanto, porque es el mejor jugador del mundo". Aunque también recordó: "Que te metan tres goles da que pensar, hay que buscar soluciones".
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 9 de agosto de 2001