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Ni con Zidane ni sin él

Raúl y Casillas salvan al Madrid, que se mete en la final del Teresa Herrera por penaltis

A la espera de cómo sale Zidane, en el Madrid los problemas los sigue arreglando Raúl. El francés se quedó anoche sin jugar en Riazor y el equipo del año pasado siguió en el tono mortecino que le distingue desde el inicio de la temporada. En el último suspiro, Raúl acudió al rescate del equipo, que salvó la honra en los penaltis gracias a Casillas, y que disputará hoy al Deportivo la final del Teresa Herrera.

Si el Madrid ya no tenía claro que el de anoche era el primer ensayo veraniego de cierta seriedad, su rival se encargó de recordárselo con el partido recién desempaquetado. El Cruz Azul no defraudó las buenas expectativas que apuntaban su trayectoria reciente - fue subcampeón de la última Copa Libertadores- y la pujanza del fútbol mexicano en general. El Cruz Azul no se achicó ante la jerarquía de su adversario y, desde el principio, dejó la impronta de un equipo con entidad: atrevido, bien estructurado y con futbolistas que conocen las utilidades de la pelota. Cuando hasta Brasil ya no sabe qué hacer con el balón, el Cruz Azul rememoró en Riazor el viejo idilio entre el fútbol y la pelota que siempre distinguió a los equipos americanos. A la usanza de siempre, con constantes asociaciones entre jugadores para hacer circular el balón, los mexicanos apretaron las tuercas al Madrid al que, aún sin Zidane, aún le quedaba el dúo Figo-Raúl, de cuyos destellos vivió durante bastantes minutos a la espera de que se moderase el entusiasmo del rival. Fueron momentos en que la habilidad del ataque mexicano puso en evidencia a la defensa blanca que, a sus inseguridades crónicas, agregó las consecuencias tácticas de la baja de Roberto Carlos, cubierta por Karanka en la izquierda y con Geremi ocupando su lugar junto a Hierro. De las dificultades de Karanka para jugar en la banda tomaron buena nota Morales y Zepeda.

El Madrid no acabó de coger el hilo del partido hasta que Del Bosque mandó a Figo y a Mc Manaman que se intercambiasen la posición.No es su hábitat natural, pero el portugués se acercó más a Raúl jugando por la izquierda y la milagrosa sociedad volvió a tirar de todo el equipo.Hasta el descanso, el Madrid se elevó sobre un rival que estaba empezando a perderle el respeto y anunció el gol en varias ocasiones en las que le faltó puntería, incluido un penalti a Figo desperdiciado por él mismo.

Cuando el Madrid quiso dar un golpe de autoridad, el Cruz Azul demostró que también sabe jugar sin el balón. Los mexicanos se fueron echando hacia atrás, más por empuje del rival que por voluntad propia, pero acabaron descubriendo que no les iba tan mal de ese modo: su defensa resistía sin grandes agobios y el contragolpe empezaba a mostrarle posibilidades insospechadas.

Así llegó el gol. En una de esas réplicas, Mora trazó un extraordinario cambio de juego de un extremo a otro del campo y sirvió en bandeja el gol a Zepeda.El Madrid siguió a la carga, ahora con Morientes y Savio, pero sin la claridad suficiente para desarmar la sólida estructura mexicana. Por momentos, el Madrid hasta pareció desquiciado: Hierro protagonizó la insólita escena de irse expulsado en un amistoso. Hasta que al final apareció el de siempre, Raúl, a quien ninguna nueva estrella es capaz de eclipsar.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 11 de agosto de 2001