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FÚTBOL | Trofeo Teresa Herrera

El Madrid sigue en punto muerto

Zidane no dio señales de vida y el conjunto blanco perdió con justicia frente al Deportivo

El partido tuvo una intensidad física y táctica impropia de un choque de pretemporada. Muchas veces se suele despreciar esta clase de duelos por intrascendentes y porque, en caso de derrota, la excusa de la falta de rodaje está garantizada de antemano. Y además, cuela. Pero cuando se enfrentan dos equipos con este pedigrí, dos futuros candidatos al título de Liga, los futbolistas saben que hay en juego algo más que la honrilla y un trofeo de gran tradición. Ganar un partido así suele conferir cierta ventaja psicológica antes del inicio de la temporada oficial, y los dos equipos afrontaron el choque conscientes de que no se trataba ni mucho menos de una simple pachanga.

Aun a un ritmo más bajo que el normal en competición oficial, el encuentro reunió ingredientes típicos de un duelo entre dos grandes equipos, que se olvidaron del relajamiento veraniego. La mejor prueba de que ambos se lo tomaban con interés fue que el fútbol se comprimió en el centro del campo, una situación poco vistosa en apariencia, pero interesante desde el punto de vista táctico.

El partido quedó un tanto congelado por el equilibrio existente entre dos equipos que no se permitieron grandes alegrías atacantes y que tampoco dieron concesiones al rival. El Deportivo fue algo más punzante, aunque estuvo un poco espeso en el último pase y se encontró con una defensa mucho más segura de lo que indicaban las previsiones por las ausencias de Hierro y Roberto Carlos, que obligaron a Del Bosque a probar con una pareja de centrales inédita: Geremi e Iván Campo. Que mal que bien cumplieron.

Si en la parte de atrás el Madrid mantuvo la compostura, su aportación en el ataque fue bastante pobre. Figo pareció deprimido -quizá por los dos penaltis que falló la noche anterior- y Zidane no dio prácticamente señales de vida. Figo, Zidane y Raúl se intercambiaban las posiciones constantemente. Buena idea, en principio, pero mientras no se coordinen mejor, el único provecho que saca el equipo de tanta libertad de movimientos es la confusión.

El partido pareció sufrir un brusco viraje recién iniciado el segundo tiempo. El Deportivo dio su primera concesión de toda la noche y el Madrid se apresuró a aprovecharla. Con cambio de papeles incluido. Morientes se escapó por la derecha y envió un centro medido que Figo, que se pasó medio partido malviviendo en la banda izquierda ante Manuel Pablo, convirtió sin problemas.

Al cuadro de Irureta hasta le vino bien el gol, que lo despertó de la modorra. Y la reacción obtuvo frutos instantáneos ya que, poco después, la defensa del Madrid devolvía los favores y Makaay establecía el empate. Si el Deportivo espabiló cuando lo pincharon, no se puede decir lo mismo del Madrid, que pareció perder interés por el partido y consintió que su rival tomase el mando. Con más voluntad y más juego, el Depor se fue a por la victoria y acabó hallándola en una excelente combinación culminada por Diego Tristán. En el Madrid ya nadie pudo encender las luces. Y el equipo de Del Bosque se fue de A Coruña exactamente como llegó: sobrado de glamour y muy escaso de fútbol.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 12 de agosto de 2001