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FÚTBOL

Saviola alegra al Camp Nou

El argentino abrió el triunfo ante el Parma de un Barça que sigue doliéndose en defensa

La consigna, por el momento, es que la hinchada está con la plantilla, y la plantilla está por la labor. El estreno discurrió de acuerdo con las exigencias: un triunfo limpio, el primer gol del partido firmado por Saviola, la corazonada de que la mayoría de los fichajes jugarán sus minutos y la sospecha también de que la defensa no se arreglará de un día para otro y el temor de que el equipo jugará cojo más de un partido.

A la que escampó el humo de la presentación, a la vista quedó parado un equipo azulgrana que parecía todavía muy tierno, aunque jovial; más cargado por la banda derecha que por la izquierda, por donde no hubo ni una jugada; sobre todo esforzado; futbolísticamente hacendoso, si bien el Parma le vació durante media hora. El equipo italiano trató de matar el partido y actuó con gran competitividad, tanta que Rochemback se picó y acabó por intercambiar golpes con los carrileros zurdos, ora con Bolano, ora con Benarrivo y hasta con Milosevic.

La contienda estuvo un largo rato parada, trampeada por los italianos, con los puntas azulgrana sometidos una y otra vez, y la hinchada preocupada por la falta de extremos y el empeño de Geovanni en jugarse el uno contra uno en cada jugada, sin reparar en la marca, ni en la pelota, ni en quien le acompañaba. A Geovanni le rebanaron el balón una, dos y hasta tres veces. Aguardó a la quinta para regatear con el cuerpo a Cannavaro y armarle el primer gol a Saviola, que apareció por el punto de penalti, desmarcado, solo, rápido, diligente, feliz, letal, como corresponde a un goleador. Tiene hoy el Barça a jugadores atrevidos, ambiciosos, futbolistas con chispa que han llegado para hacerse notar, gente capaz de alborotar un encuentro, de darle la vuelta, de cambiar de marcha si conviene, como era el caso. Geovanni se bastó para acabar con el Parma, un equipo que no tiene ninguna confianza, falto de referentes, más interesado en el negocio que en el fútbol.

El quehacer de Geovanni y Saviola tuvo tanto impacto que no se reparó demasiado en el funcionamiento del equipo. El segundo gol, firmado por Christanval y dedicado a Rexach, llegó detrás del primero y el tercero no subió al marcador antes del descanso porque Kluivert remató el centro del brasileño al larguero. También Saviola pudo haber marcado otro. El argentino tiene magnetismo. A la que toma la pelota, a la hinchada le da que puede ocurrir algo, que hay que abrir bien los ojos, que habrá gol o no, pero que valdrá la pena. Así, entre los centros de Geovanni, las llegadas de Saviola, el ir y venir de Rochemback, el buen criterio de Xavi y los toques de Kluivert, el primer acto fue entretenido.

Para después se aguardaba al tridente, una fórmula que consiste en juntar a Saviola-Kluivert-Rivaldo en una misma alineación. Pero Rexach dijo que nones, que no era el día, y para dar entrada a Rivaldo retiró a Kluivert. La decisión marcó un punto de inflexión en el partido, que perdió cuerpo y divertimento para quedar atrapado poco después por el carrusel de cambios. Tiempo para los detalles, para goles de gente como Alfonso (negocia su traspaso), para cosas menores, para ir a por una caña, momentos para que la gente se relaje. El Barça se fue de forma tan rápida y lamentable del partido que el Parma atrapó dos goles en un santiamén y si no empató fue porque Dios no quiso. El equipo azulgrana se desenchufó y la defensa quedó tirada como tantas otras veces, al igual que cada año, como siempre. Hay cosas que no cambian por cambiar. Ayer, para suerte de la afición, los goles a favor pesaron más que los tantos en contra. En juego estaba el Gamper y, de acuerdo con el tono lúdico de la noche, tocaba ganar, aunque fuera para contentar a una hinchada entregada.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 18 de agosto de 2001