Acaba de cumplir 24 años y tiene la experiencia de un venerable clásico. Raúl, que ya es una de las estrellas más reconocidas del fútbol mundial y que comenzará mañana su octava Liga con el Madrid, recibió ayer el galardón al mejor delantero de la Liga de Campeones por segundo año consecutivo. Siete goles en 12 partidos le convirtieron en el máximo bombardeo de la pasada edición, y la UEFA lo recordó entregándole un trofeo en Mónaco -que recogió Emilio Butragueño dado que Raúl debió permanecer en Madrid para preparar el partido contra el Valencia- y nominándolo para el premio al mejor jugador de Europa.
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El premio de la UEFA coincide con un gran momento de Raúl. El delantero acaba de completar una de las pretemporadas más satisfactorias en el aspecto físico. Se encuentra libre del lastre que le supusieron en su día la Eurocopa de Holanda y el Mundial de Francia, y comienza la temporada descansado. Pero su madurez es el aspecto que más destacan los responsables del club. "Es increíble, es un superdotado", decía un técnico durante la pretemporada; "es capaz de darse cuenta de toda una situación con sólo echar una mirada a sus compañeros".
Raúl no es un virtuoso del manejo del balón, pero posee una capacidad extraordinaria para comprender el juego, su dinámica y sus consecuencias psicológicas en un grupo de jugadores. Así patrulla al Madrid, desde el puesto de jefe. "Queremos hacerte una foto con Zidane y Figo", le solicitó un periódico deportivo hace un mes. ¡Dos Balones de Oro y él en medio! ¡La pareja más famosa del fútbol mundial! Raúl contestó en seco: "No". Se negó pensando en el resto de sus compañeros y en el impacto que puede tener la publicación de una imagen así para el equilibrio de egos que debe reinar en todo equipo de competición.
Raúl es tan sesudo que tiene maravillados a los responsables del Madrid: "Porque es perfecto para dirigir un vestuario, porque siempre piensa en el colectivo, y porque tiene una inteligencia enorme: le haces una pregunta y mientras se la haces él te observa y se da cuenta de lo que piensas que debe responder".
Si fuese sólo por carisma, Raúl no tendría ni la mitad de importancia que se le atribuye. Su éxito consiste en la enorme habilidad que posee para marcar goles. El miércoles en la Supercopa, contra el Zaragoza, lo demostró metiendo cuatro (el primero, anulado equivocadamente por el árbitro) y consiguiendo el primer trofeo del Madrid desde el fichaje de Zidane. "Pasarán años hasta encontrar otro Raúl", dijo el técnico, Del Bosque.
Sin condiciones especiales para la pegada, sin velocidad, ni envergadura ni una gran altura, Raúl posee intuición para meter el balón en la red. Porque: "Lo importante es que entre, como sea", dijo una vez. Su progresión en los últimos años se aprecia en goles. Ha marcado 156 tantos en 319 partidos con el Madrid a lo largo de siete temporadas, pero en las tres últimas -y después de un bache en la 97-98- se ha destapado. Anotó 28 goles en 47 encuentros en 1999, cayó levemente con 27 dianas en 53 partidos en 2000, y culminó su época más efectiva el pasado junio, con un balance de 31 goles en 48 encuentros. La curva es ascendente. Cada vez más.
Raúl tiene talento, es el capitán del Madrid y cuenta sólo 24 años. Es un hombre de costumbres establecidas, taurino, casado y con una hija. Es un ídolo. Sin embargo, el Bernabéu nunca le dedicó un cántico especial. A su estadio le cuesta fundir su mito con el hecho festivo y no lo ovacionan. Los hinchas le cantan a Casillas. Le cantan a Hierro. Le cantan a Roberto Carlos y a Savio. Pero, tras el entusiasmo que provocó su debú a los 17 años, ahora los aficionados contemplan a Raúl con la indiferencia satisfecha de quien mira el paisaje. ¿Es la idiosincracia austera del aficionado blanco? Cuestiones sociológicas aparte, durante la Supercopa, el miércoles, y después de ver cómo metía cuatro goles, los hinchas se ablandaron.
Entonces se escuchó un rumor flotando en el aire desde la esquina que ocupa Ultras Sur. Un rumor cacofónico, un intento de cántico. Dos sílabas, una tónica y otra no, repetidas como una letanía: "¡Ra-úl-Ra-úl-Ra-úl-Ra-úl...!".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 24 de agosto de 2001