Las condiciones sanitarias a bordo del Tampa empeoran por momentos. El capitán del buque, Arne Rinnan, envió ayer una petición de ayuda médica urgente. "No creo que podamos resistir esto por más tiempo", señaló el radiooperador del barco, Ramesh Iyengar, al diario noruego Aftenposten. El Gobierno australiano se comprometió a enviar ayuda médica, aunque sigue negándose a recibir a los inmigrantes. El buque carguero, con capacidad para 20 personas, aloja a 438, la mayoría muy débiles por la huelga de hambre que iniciaron 369 de ellos el lunes y por los diez días que los inmigrantes, en su mayoría afganos, llevaban hacinados en el buque maderero, que naufragó cerca del puerto indonesio de Merek.
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"A pesar de lo extremo de la situación, los pasajeros están tranquilos pero amenazan seriamente con tirarse por la borda si dejan de divisar tierra australiana", afirmó Bangsnoen. El Tampa se encuentra anclado en aguas internacionales a 120 kilómetros de la isla australiana de Navidad. "Si zarpamos en dirección a Indonesia se suicidarán. Lo creo firmemente. Por la seguridad de todos, lo mejor es no moverse", declaró a una estación de radio local el capitán Rinnan, un hombre que en sus 40 años de brega en el mar no se había encontrado algo semejante.
"Hemos instalado a los náufragos en contenedores vacíos, y en uno de ellos hemos habilitado los servicios. Les hemos dado un cuenco de sopa, un huevo duro y pan a cada uno de ellos. Hacemos lo que podemos", afirmó Peter Dexter, director regional de la compañía noruega. "El barco está en malas condiciones. La popa y las estructuras están severamente dañadas", agregó Dexter.
La escueta tripulación del barco (ocho marineros) no entiende cómo se ha llegado a esta situación. "Nosotros sólo cumplimos con nuestra obligación legal y moral de socorrer a los náufragos, pero ahora los Gobiernos de Australia e Indonesia sorprendentemente se lavan las manos. Parecen no darse cuenta de que esta gente necesita ayuda", declaró Christian Maltau, uno de los tripulantes, a la cadena australiana ABC. El primer ministro australiano, John Howard, indicó el lunes que, según el derecho internacional, el capitán debería haberse dirigido al puerto más cercano, el de Merek en Indonesia y que portanto las autoridades australianas no están dispuestas a hacerse cargo de los inmigrantes.
El Gobierno indonesio, que el lunes no había descartado recibirles, cambió de opinión y ayer rechazó darles asilo. "Ya tenemos suficientes problemas con los inmigrantes ilegales que se encuentran aquí. Si Australia les deniega la entrada porque no tiene papeles, no veo por qué nosotros deberíamos dejarles entrar", dijo el ministro de Exteriores, Hasan Wirayuda. Las autoridades noruegas también se han desentendido de la suerte de los inmigrantes y animan al Gobierno australiano a hacerse cargo de ellos por ser los guardacostas australianos los que avisaron al Tampa de que había un barco a la deriva y de que debían acudir a su auxilio.
Otra es la actitud de la Alta Comisaría de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) con sede en Yakarta, que ayer declaró su intención de recibir a los inmigrantes en caso de que se curse esa petición. "ACNUR tiene un mandato para asistir a los refugiados y cuando se nos presentan buscadores de asilo hemos de determinar su seguridad", dijo el representante de la agencia, Daniel Juliadi.
Las organizaciones humanitarias han puesto el grito en el cielo y critican al Gobierno australiano. "Los pasajeros no buscan una situación económica mejor, simplemente escapan de sus países para salvar sus vidas. La mayoría de ellos tendrían el estatuto de refugiados políticos según la ley australiana", declaró el director de la Asociación de Refugiados Australianos, Kevin Liston.
Al margen del debate y el derecho internacional marítimo, el Tampa no está en condiciones de surcar 1.600 kilómetros hasta la costa continental australiana. "El barco debería atracar en el puerto más próximo y lo antes posible. El tiempo corre y los Gobiernos deben darse prisa en llegar a un acuerdo", declaró Dexter.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 29 de agosto de 2001