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Un atentado que obligará a cambiar por completo los servicios de espionaje

El ataque sin precedentes en la historia va a cambiar por completo los servicios de espionaje y la doctrina militar de Estados Unidos. El enemigo ya no es tanto un Ejército poderoso y más o menos igual, sino unas docenas de terroristas dispuestos a morir por su causa. El reto, sin duda, es formidable.

El senador que preside el poderoso comité de Inteligencia, Bill Graham, declaró ayer que, entre otras cosas, "se va a tener que analizar la política de prohibición de asesinar a líderes extranjeros hostiles".

Los fallos en los sistemas de espionaje han sido reconocidos por toda la clase política. No se puede explicar, por ejemplo, cómo la CIA y la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) no prestaron atención suficiente a los planes de "atacar una docena de aviones jumbo [Boeing 747] de EE UU en vuelos que cruzaran el Pacífico con la intención de matar a más de 4.000 norteamericanos". Esta información salió a relucir en el juicio por el anterior atentado contra las Torres Gemelas.

Ese plan era parte de la Operación Bojinga, diseñada por Osama Bin Laden en un apartamento de Manila (Filipinas). A este mismo hombre se le vinculó con los ataques suicidas contra las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania en 1998, en las que murieron 224 personas, tras los cuales EE UU bombardeó su cuartel general en Afganistán sin alcanzarle.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 13 de septiembre de 2001