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Cómo detener un avión en vuelo

La única forma eficaz, según los expertos, de evitar atentados como los cometidos el martes en Estados Unidos es que los terroristas no suban al avión. Una vez que un piloto suicida ha tomado los mandos, sólo queda un manera de impedir que alcance su objetivo: derribarlo. Pero ¿quién da la orden de disparar contra un avión civil cargado de pasajeros?

Cuando un vuelo se desvía de su ruta o no está identificado, los controladores aéreos se ponen en contacto con el piloto. Los datos de identificación del avión (número de vuelo, compañía, altitud) se verifican a través del traspondedor, un sistema que llevan todos los aparatos comerciales.

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Pero este sistema puede estar desconectado o fallar y, si no responde a los mensajes de radio o el piloto desobedece las instrucciones recibidas, se pone en marcha el sistema de defensa aérea.

Un caza interceptador se acerca al avión hasta blocarlo con su radar. Si fracasan de nuevo los intentos de comunicar por radio, incluso a través de la frecuencia de emergencia, se establece contacto visual. El caza se sitúa delante del avión y efectúa una serie de maniobras que, según procedimientos internacionalmente convenidos, se traducen en órdenes como "sígame" o "aterrice en el aeropuerto más próximo".

Agotadas estas posibilidades, sólo queda el recurso de abrir fuego; de aviso o sobre el avión indisciplinado. Los pilotos militares sólo están autorizados a disparar si la aeronave realiza acciones hostiles de carácter bélico.

La entrada en una zona restringida o prohibida al vuelo (como los espacios aéros de las bases o el palacio de La Moncloa en España) constituyen meras infracciones administrativas, castigadas con sanción o multa.

Artillería o misiles

Es previsible que el Pentágono contara con sistemas antiaéreos -que, en todo caso, pueden desplegarse en muy poco tiempo-, pero no se había previsto la posibilidad de utilizar artillería o misiles contra aviones comerciales. Entre otras razones porque, pese a los numerosos secuestros, nunca se los había convertido en proyectiles.

A lo más que había llegado el Estado Mayor del Aire español es a planear, en el terreno de la pura hipótesis, la respuesta ante un eventual atentado terrorista con una avioneta cargada de explosivos.

Los sucesos del martes obligarán a revisar estos planteamientos, según las fuentes consultadas, pero aún así resulta muy duro reglamentar el derribo de un avión comercial. Especialmente, si no hay una declaración previa de guerra. En los pocos minutos disponibles en estos casos difícilmente puede tenerse la seguridad de estar ante un piloto suicida.

En septiembre de 1983, la Unión Soviética derribó un Boeing surcoreano sobre la isla de Sajalín y en julio de 1988 una fragata de EE UU destruyó un Airbus iraní en el golfo Pérsico. Moscú insistió en que había disparado contra un avión espía, mientras que Washington admitió haberse equivocado al confundirlo con un caza. Ninguno pretendió, en todo caso, justificar el derribo de un avión de pasajeros.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 13 de septiembre de 2001