Ni tridente ni dupla. ¡Viva Saviola! A la espera del fútbol geométrico que a cada partido se le dibuja y no hay manera de que salga, al Barça le alcanzan las apariciones por separado de sus genios y el caparazón defensivo, que ayer aguantó otro encuentro a cero. Frente al Tenerife decidió la verticalidad de Geovanni, aunque para la memoria futbolística quedará el gol de Saviola en la prolongación que el árbitro le da al partido. Los dos fueron goles tan serenos como bellos y tuvieron un valor añadido. El de Geovanni por ser el primero y el de Saviola porque cerraba el partido, que por entonces transcurría de mala manera para el bando barcelonista, acorralado por un Tenerife que, dale que te pego, se resistía a la derrota. Por querido, esperado y hermoso, el tanto del pibito fue celebrado tal que si fuera el mejor del año. Bajó Saviola al costado izquierdo, junto a la cal, aguantó al lateral hasta dejarle en la estacada, se perfiló hacia la portería, sorteó al meta y cruzó a la red. Valió la pena tanta espera, una angustia tan larga como la sufrida por la gent blaugrana, desesperada por el confusionismo táctico que había atrapado al grupo en el último acto, temerosa de que la victoria se fuera al traste, incapaz de entender la rueda de cambios de Rexach, presa de un nuevo ataque de pánico. El momento era tan delicado que la aparición de Saviola sonó a redención y su gol una bendición. Su serpentear hacia el marco, la rapidez de su zig-zag, la manera como eliminó a los defensas y al portero, valió por el partido entero.
BARCELONA 2|TENERIFE 0
Barcelona: Bonano; Puyol, Christanval, Andersson, Sergi (Coco, m. 56); Rochemback, Xavi (Frank de Boer, m. 73), Cocu; Geovanni (Gabri, m.67), Kluivert y Saviola. Tenerife: Sergio; Javi Venta, Pablo Paz (Bichi Fuertes, m. 82), Lussenhoff, Basavilbaso; Martí, Bino; Manel, Hugo Morales (Jaime, m. 57), Xisco; y Marioni. Goles: 1-0. M. 33. Xavi profundiza sobre Geovanni, que sorprende a la zaga, regatea al portero y cruza a la red. 2-0. M. 48. Saviola recibe en la banda, profundiza, supera al lateral, regatea al portero después y cruza a la red. Árbitro: Carmona Méndez, extremeño. Mostró la tarjeta amarilla a Cocu, Pablo Paz, Bino, Basavilbaso. Camp Nou: unos 25.000 espectadores. Noche lluviosa.
¡Gloria a Saviola! sentenció el Camp Nou, tomado por una cortina de lluvia, implacable con la grada y, sin embargo, generosa con la cancha. El agua disuadió al espectador en la misma medida en que animó al futbolista. El campo, más rápido que nunca, avivó el ritmo de la pelota y los dos equipos convirtieron la primera hora en un ir y venir generoso y plástico. Del intercambio de golpes sacó mejor provecho el Barça, con más recursos y mejores jugadores. El gol de Geovanni, por ejemplo, fue preciso. Xavi tomó la pelota en la divisoria, el Tenerife tiró la línea del fuera de juego y el brasileño se puso a rebufo de la zaga para alcanzar el cuero calzado por el medio centro, sortear al portero y cruzarlo a la red. Una preciosidad.
El Tenerife no marcó porque Bonano no se dejó. Pendiente como estaba la gente de Saviola, el intervencionimso del meta resultó sorprendente. Bonano sacó hasta tres remates de gol en el primer acto y aguantó de pie como un hombre todo el segundo. Puede que le cueste defender las jugadas de estrategia, sobre todo los saques de esquina, cuando parece que el travesaño va a caer sobre su cabeza. En el cuerpo a cuerpo, sin embargo, Bonano estuvo anoche diligente, lo que ayudó al Barça a jugar sin retrovisor.
Al partido le faltó control, pero no interés, porque el Tenerife se aplicó, y mucho, en el manejo del balón. Fue un equipo atrevido y hasta guapo. La falta de oficio la compensó con convicción. Al Barça le vino bien la propuesta aseada del contrario. Le obligó a esmerarse en defensa, concediendo más ocasiones que de costumbre, y le facilitó la llegada, pese a que jugó de nuevo sin extremo izquierdo y pese a que la conexión Saviola-Kluivert se chamuscó porque al linier le dio la gana, porque Pablo Paz metió la pierna y porque los dos puntas se buscaron tanto que no se encontraron.
Fue la velocidad de Geovanni la que llevó a mal traer al Tenerife, pero una vez sustituido, el Barça cedió terreno, se olvidó de la pelota y acabó en su propio campo ante la rechifla de la hinchada, no acostumbrada a defender un 1-0 bajo el mandato del general Rochemback, un tipo que marca la raya como ninguno.El Tenerife puso mucha carga ofensiva y amenazó con el empate. Hasta Puyol le pedía a Rexach a qué atenerse. Nadie sabe aún muy bien cómo, sobre todo por la falta de costumbre, pero el equipo aguantó un partido más en este curso con el marco propio en blanco. "¡Que canten misa!" decía el técnico frente a la hinchada, sorprendida por lo que los resultadistas llaman el fútbol práctico, que también consiste en no rematar a portería durante el segundo tiempo. Justo cuando el debate estaba más encendido, apareció Saviola y firmó un gol de antología: por hermoso y deseado. ¡Que viva Saviola!
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 23 de septiembre de 2001