José María Ruiz de la Serna, de 40 años, se ganó a pulso el apodo de Mortimer, el enterrador, con el que le bautizaron sus compañeros de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), en la que trabajó como interventor desde 1990 a 1995. Las visitas de Ruiz, ataviado siempre con un terno negro, camisa blanca y corbatas grises, solían acabar en el cierre de los chiringuitos que inspeccionaba. Pero en 1997, cuando dejó la CNMV y fichó por Gescartera, no le inquietó demasiado que el dinero de los clientes se invirtiera fuera de España tal y como le confesó el propietario de la sociedad.
Ruiz de la Serna compró en febrero cinco sociedades de Belice y EE UU para recolocar el dinero que Camacho ocultaba en un paraíso fiscal
'El dinero está. Otra cosa es que esté donde quiere la CNMV', dijo el apoderado al director comercial
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Tampoco preocupó a la CNMV, que desde 1995 conocía, a través de un demoledor informe de inspección del propio Ruiz, que la entonces sociedad gestora de carteras mantenía una opaca operatividad en el extranjero. En 1999, en otro nuevo informe fiscalizador, la comisión volvió a tener conocimiento de las cuentas de Gescartera en bancos extranjeros, en concreto con el gigantesco banco británico Hong Kong and Shanghai Banking Corporation (HSBC).
Según la versión de Ruiz, número dos de Gescartera, y de otros directivos, el dinero que los 2.000 clientes de la agencia depositaban en cuentas de La Caixa y Caja Madrid, del que podían disponer Camacho, Javier Sierra y él mismo, salía de inmediato fuera de España y se colocaba en manos de los enigmáticos asesores externos. En 1999 el agujero habría aumentado hasta los 7.000 millones de pesetas, y con la rentabilidad obtenida por el dinero de los nuevos clientes se pagaba a los que ignoraban que ya lo habían perdido. Una estafa piramidal que crecía cada día.
Ésta era la operativa desde el año 1989, en la época de Bolsa Consulting, el chiringuito que dirigía el padre de Camacho, un barandillero de la Bolsa de Madrid, según comprobó Ruiz después de tomar posesión de su cargo en Gescartera en 1997 y según han reconstruido algunos de los directivos de la compañía que están colaborando con la juez Teresa Palacios, que instruye la causa.
El dinero colocado fuera de España retornaba mediante el denominado mecanismo de compensación contable, y los beneficios se repartían trimestralmente a los clientes con apuntes que reflejaban las enrevesadas operaciones bursálites intradía, para las que se contaba con una tropa de inmigrantes y parados, en los últimos cinco años unos 400, según señala un directivo de la agencia, proporcionados por un despacho de abogados en Madrid, y a los que se aplicaban siempre minusvalías (pérdidas) en favor de los clientes de Gescartera. Las compras y ventas bursátiles se hacían siempre al final de cada trimestre, ya que la agencia estaba obligada a mandar en ese periodo los extractos de sus cuentas a los clientes.
El ex técnico de la CNMV, cántabro e hijo de un empleado de Banesto jubilado, atribuye esa supuesta asesoría externa al HSBC, el gigantesco banco británico en cuya sede de Londres abrió Camacho varias cuentas a nombre de la sociedad Stock Selection, en el que agrupaba a sus mejores clientes. El propietario de Gescartera, habilidoso en la compra de favores y voluntades, colocó en Gescartera a una hermana de Salvador Pastor, uno de los responsables del HSBC en España, entidad que actuaba como broker (intermediario) en sus rocambolescas operaciones bursátiles. Para Ruiz, esta entidad fue un colaborador necesario. El banco asegura no tener el dinero desaparecido.
El duro Mortimer, experto en legislación fiscal internacional y en los mil trucos que ofrecen los paraísos fiscales, se convirtió en 1997 en director general de la compañía que él mismo había fiscalizado y denunciado dos años antes, y las 300.000 pesetas mensuales que ganaba en la CNMV se multiplicaron hasta 815.000, unos 16 millones brutos al año, además de un monovolumen de alquiler en el que viaja con su mujer y sus cuatro hijos y el lujoso reloj Vacheron con el que le obsequió Camacho.
Ruiz montó la gestora de fondos de Gescartera, preparó la transformación de la sociedad de cartera en agencia de valores -contra su voluntad, según ha declarado en el Congreso-, impulsó una fallida sicav (una modalidad de sociedad de inversión) en Luxemburgo y se volcó en la tarea de crear una nueva estructura empresarial, con un modelo de sociedades americanas distinto al "opaco y privadísimo sistema" de asesores externos con el que, según él, funcionaba Camacho. Éste acostumbraba a decirle que el dinero "rinde fuera más de lo que rinde en España".
El pasado mes de febrero, Ruiz, número dos de Gescartera, se dirigió a la empresa Amerinvest, en el número 2 de la madrileña plaza de Giménez Villas, y compró cinco sociedades limitadas preconstituidas: Astra Corporation, en Belice (en el Golfo de Honduras); Murrells, Rollers y Magnali, en Georgia (Estados Unidos), y Martin Investment, en Newark (EE UU). Todos estos territorios gozan de una manifiesta opacidad fiscal. Por cada una de ellas pagó medio millón de pesetas a la empresa que dirigía José Francisco Giménez.
El comprador de este tipo de sociedades se hace con las acciones al portador y con el apoderamiento para actuar en nombre de la misma. De acuerdo con la legislación americana, estas sociedades, si no tienen operatividad en ese país, no tributan allí. Al operar en España y ser no residentes, tampoco pagan impuestos en este país. El comprador, en calidad de apoderado, tiene que solicitar a Hacienda un NIF para extranjeros, y puede operar con la cuenta abierta a nombre de esa sociedad, pero ya fuera del circuito fiscal español.
Traslado del dinero
El ex técnico de la CNMV pretendía canalizar todas las inversiones de los clientes de Gescartera a través de cuatro de estas sociedades interpuestas -para él y su esposa se reservó Magnali- que serían las titulares de los depósitos que la compañía tenía en el exterior y cuyo destino asegura desconocer. Así, el cliente conocería dónde estaba su dinero, algo que al parecer no ocurría hasta entonces. Ruiz señalaba a directivos de confianza que este sistema era "más transparente, legal e inatacable". La estructura de las nuevas sociedades la comunicó y explicó tanto a Camacho como a Pilar Giménez-Reyna.
Pretendía ponerla en marcha en enero de 2002, pero, cuando Ruiz estaba a punto de estrenar su diseño americano, sus antiguos compañeros y amigos de la CNMV, encabezados por Antonio Botella, intervinieron Gescartera. El dinero seguía fuera de España, en "la arcaica y privada" estructura "impuesta" por Camacho, que Ruiz asegura, una y otra vez, desconocer.
Así, habla de las cuentas del HSBC en Londres, pero señala que nunca vio extractos o movimientos de las mismas. Mortimer, el enterrador, confiaba a ciegas en Camacho y asegura sentirse traicionado. Según su versión, en 1999, cuando la CNMV descubrió un agujero multimillonario que sortearon con certificados bancarios falsos, volvió a oír una vez más esta frase: "El dinero está fuera. No te preocupes". El pasado mes de junio Camacho le aseguró que viajaba a la central en Londres del HSBC para traer el dinero y volvió sin un céntimo.
Camacho aseguró en un principio que los 18.000 millones de pesetas desaparecidos de Gescartera estaban depositados a nombre de Martin Investment, y entregó a la CNMV un documento falso, plagado de faltas de ortografía, con los depósitos millonarios a nombre de la citada sociedad radicada en Newark (Delaware). Ruiz lo entregó también al responsable comercial de Gescartera para que lo exhibiera a los clientes que llamaban a la compañía y reclamaban su dinero. Poco después se comprobó que esta sociedad, una de las del paquete adquirido por el antaño implacable ex supervisor de la CNMV, estaba vacía e inactiva. Algunos testigos le atribuyen la autoría del falso certificado.
Camacho y el ex inspector de la CNMV, que durante años se dedicó a contestar a los escritos de sus antiguos compañeros, no había tenido tiempo de estrenar su nueva estructura financiera. La policía registró la sede de Amerinvest, que ha cerrado sus puertas. Según el número dos de Gescartera, tampoco hubo tiempo para llevar el dinero al nuevo rosario de sociedades.
Ruiz, que acudía a misa todos los días en la iglesia de los Jerónimos, muy cerca de la sede de Gescartera, enfundado en sus trajes color ceniza, está imputado por la juez que investiga el caso y debe presentarse cada mañana ante el juzgado en la Audiencia Nacional. No ingresó en prisión porque padece una enfermedad. El pasado viernes dejó a un lado su ironía habitual y con muestras de nerviosismo relató ante la comisión parlamentaria la ostentación que hacía Camacho de su amistad con miembros de la Administración, entre los que citó a Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda. Éste niega conocerle.
El día de la intervención, José María Castro, director comercial de Gescartera, le espetó: "¿Tenemos o no tenemos agujero?". Y Ruiz contestó impasible: "El dinero está. Otra cosa es que esté donde quiere la CNMV".
¿Se puede ser director y apoderado de una agencia de valores sin saber dónde está el dinero? Ruiz dice que sí, y se escuda en la "personalísima" estructura levantada por Camacho. Otros directivos de la compañía lo dudan, y le definen como el auténtico cerebro de la agencia intervenida.
En la aparatosa mesa del despacho de Camacho, en la sede de Gescartera, todavía descansa un retrato de su propietario, ataviado de turista, bajo el rótulo del bar filipino Camacho Bar. La policía sigue una de sus pistas en este férreo paraíso fiscal.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 23 de septiembre de 2001