El Ejército estadounidense investiga en Afganistán si los talibanes y Al Qaeda han fabricado armas de destrucción masiva. Más de 40 instalaciones han sido selladas y grupos de especialistas han recogido muestras y documentos que "son analizados en estos momentos en distintos laboratorios y universidades de EE UU", anunció ayer el general Tommy Franks, máximo jefe militar de la Operación Libertad Duradera. "Los resultados", precisó, "tardarán en llegar; queremos estar muy seguros antes de recomendar decisiones al presidente".
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La posibilidad de que la coalición formada por los talibanes afganos y la fuerza multinacional de Osama Bin Laden hubiera trabajado en la fabricación de armas químicas, biológicas o nucleares inquieta especialmente a la Casa Blanca. Los inspectores de aduanas en los puertos y aeropuertos estadounidenses que reciben mercancías del extranjero han sido provistos de trajes especiales y de contadores de radiactividad como medida preventiva, y George W. Bush ha dado por seguro, en varias ocasiones, que Bin Laden trató de hacerse con los materiales necesarios para construir un artefacto nuclear.
El general Franks indicó que no se había hallado "ningún indicio determinante" en las instalaciones investigadas, casi todas ellas controladas por guerrilleros de la Alianza del Norte, y que no habían encontrado gas sarín ni productos similares.
La guerra de Afganistán, mientras tanto, se desplaza gradualmente desde las ciudades a las montañas. Franks y el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, efectuaron ayer por primera vez una comparecencia ante la prensa en el cuartel general desde el que se dirige la campaña afgana, cerca de Tampa (Florida), y repitieron de nuevo que, desde el punto de vista estadounidense, los riesgos se multiplicarían en los próximos días, a medida que fuera necesario perseguir a grupos de resistencia ocultos en cuevas y zonas rurales.
"Vigilamos con gran interés dos zonas: la que rodea Kandahar y la de Tora Bora, entre Kabul y Jalalabad", explicó el general Franks. Los alrededores de Tora Bora abundan en túneles y escondites, y los servicios de espionaje paquistaníes consideran muy posible que Osama Bin Laden se oculte ahí. "No voy a contarles lo que podamos saber sobre el paradero de Bin Laden", indicó el general, "pero sí les adelanto que haremos todo lo posible para impedir que los dirigentes talibanes y de Al Qaeda abandonen el país; si lo consiguen, les perseguiremos en cualquier rincón del mundo hasta encontrarles".
En cuanto a Kandahar, la ciudad donde el mulá Mohamed Omar fundó el movimiento talibán en 1994 y donde se refugia ahora con el grueso de sus fuerzas, Tommy Franks reveló que sus aviones de espionaje habían detectado "intentos de fuga de las fuerzas no afganas", con la intención, sugirió, de romper el cerco y desplazar los combates a otros puntos. El general admitió que tenía la opción de arrasar Kandahar desde el aire y acabar con el último gran bastión de los talibanes, pero aseguró que no lo haría: "Trataremos de evitar daños colaterales como hemos hecho en otras ciudades".
Prosiguen los bombardeos
Rumsfeld informó ayer de que aviones estadounidenses bombardearon unas instalaciones, habitadas, al sudeste de Kandahar que "podrían albergar dirigentes talibanes y de Al Qaeda", incluido el mulá Omar, jefe máximo de los integristas, según algunos informes de la inteligencia militar. "Es claramente una zona frecuentada por dirigentes", añadió Rumsfeld.
Los bombardeos prosiguieron también sobre las viejas murallas de Kandahar, cuyo asedio correspondía a "fuerzas tribales afganas", dijo Franks, sin descartar que los aproximadamente mil marines estacionados cerca de la ciudad participaran en acciones concretas. "Hemos creado la base para estar más cerca de las operaciones y no tener que realizar un viaje de nueve horas para instalar un simple control de carreteras", explicó, "pero sus funciones irán surgiendo sobre la marcha".
Los marines se han instalado en el pequeño aeropuerto de Dolgani, a 50 kilómetros de Kandahar, y han izado por primera vez la bandera de las barras y estrellas sobre territorio afgano. "Que nadie crea que tenemos ninguna ambición de quedarnos; en cuanto la misión esté cumplida, abandonaremos la base", dijo el secretario de Estado.
Los marines entraron en combate el lunes, sólo unas horas después de desembarcar de los helicópteros o desprenderse de los paracaídas, al atacar una columna de unos cincuenta camiones que transportaba a soldados talibanes. "Vigilamos durante más de tres horas la columna para asegurarnos de que no se trataba de ayuda humanitaria; una vez seguros, destruimos el convoy con helicópteros de asalto", explicó el general Franks.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 28 de noviembre de 2001