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La leyenda del avión militar y de las piernas colgando

La encendida pasión futbolística de los coreanos se remonta a 1954, cuando un año después de sellada la paz tras tres años de guerra civil con el norte, un animoso equipo sureño emprendió una de las mayores aventuras de la historia del fútbol. El conflicto bélico había dejado casi tres millones de muertos, heridos y desamparados, pero Corea decidió doce meses después del alto el fuego cruzar todo el continente para convertirse en el primer país asiático que disputaba un Mundial. Los jóvenes jugadores reclutados convirtieron en una cuestión de honor llegar hasta Suiza, donde se disputaba el campeonato. Las penurias de entonces y la escasez de vuelos comerciales desde Seúl provocaron que la expedición tardara más de seis días en aterrizar en este país alpino. El viaje discurrió en avión, ferrocarril y más de un autobús. En el último tramo, para aliviar el cansancio, los jugadores emplearon un avión militar estadounidense y testigos de entonces recuerdan que como el aparato no estaba acondicionado para sus medidas, a la mayoría de los jugadores asiáticos les colgaban las piernas, por ello, según sostiene la retrospectiva coreana, los futbolistas llegaron extenuados, con enormes calambres en las pantorrillas. Pisaron Suiza la víspera de su estreno ante la inolvidable Hungría de Puskas y compañía e hicieron rodar una pelota por el césped del jardín de su hotel para familiarizarse con una moqueta a la que no estaban acostumbrados en Corea. Horas después saltaron al campo. Desde los primeros minutos muchos coreanos sintieron mareos por la fatiga de días anteriores y los húngaros les endosaron un 9-0. Su gesta había sido otra y sus compatriotas les recibieron como héroes.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 30 de noviembre de 2001