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Máxima alerta en Israel tras una oleada de atentados que causa 30 muertos

La organización integrista Hamás asume los ataques

Apenas se había apagado el eco de las tres bombas en Jerusalén que causaron el sábado por la noche 14 muertos y más de 170 heridos, cuando un suicida palestino se autoinmolaba en el interior de un autobús en Haifa, al norte de Israel, dejando sin vida a otras 16 personas y provocando 40 lesionados. La organización integrista de Hamás ha reivindicado todos estos atentados, asumiendo por completo la responsabilidad de 30 victimas en menos de doce horas, una cifra récord en la macabra contabilidad de la Intifada. El atentado de Haifa sucedía mientras el emisario de la Casa Blanca, el ex general de marines Anthony Zinni, se encontraba en la zona peatonal de Ben Yehuda en Jerusalén para colocar una corona de flores en el lugar donde la noche anterior se habían registrado tres atentados. A la lista de cadáveres se sumaron anoche otros cinco palestinos, que murieron en enfrentamientos con el Ejército israelí.

La noticia del nuevo atentado provocó la ira de los escasos viandantes congregados en los alrededores de la calle Ben Yehuda, quienes empezaron a lanzar a voz en grito insultos contra el emisario norteamericano, comisionado por la Casa Blanca para restablecer la paz y la tranquilidad en la región. "¡Zinni, vete a casa!", gritaron los mas jóvenes, con kippa negra en la cabeza, al tiempo que sus compañeros irrumpían en aplausos y coreaban el vocerío de los que exclamaban un poco más allá: "Vete a dar consejos a tu país".

El atentado de Haifa, como el de Jerusalén el día anterior, fue reivindicado en primer lugar por la Yihad Islámica y algo más tarde por el movimiento integrista Hamás, que aseguró haber realizado el ataque en venganza por el asesinato de su jefe militar, Mahmoud Abu Hannaud, muerto en una operación de guerra sucia el pasado 23 de noviembre, cuando un helicóptero israelí lanzó tres misiles contra su coche.

Los portavoces de la organización fundamentalista volvieron a hablar ayer desde Gaza para anunciar nuevas "operaciones bélicas" en el interior de Israel y para plantar cara al estado de excepción impuesto por el presidente palestino, Yasir Arafat, en los territorios autónomos: "Toda restricción de la lucha palestina significa el fin de la Intifada y la rendición al enemigo israelí, que nuestro pueblo palestino no aceptará". En sus declaraciones identificaron al autor del ataque de Haifa como un joven oriundo de Nablús, al norte de Cisjordania.

Acusación a Arafat

Pero el dedo acusador de Israel ha señalado una vez más al presidente Arafat, al que se le imputa que no combate con suficiente energía el terrorismo. El ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Simón Peres, uno de los pocos defensores del líder palestino en el Gobierno israelí, se ha sumado también al coro de acusadores.

"Esta semana ha sido la más sangrienta que jamás hayamos conocido. Yasir Araft debe desmantelar las infraestructuras terroristas de Hamás, Yihad y Hezbolá en los territorios palestinos e impedir los actos terroristas y las muertes en Israel", ha asegurado Peres, para añadir que se había acabado el tiempo de las palabras y que "Arafat será juzgado por sus actos".

El Gobierno de Israel ha tomado ya las primeras medidas de represalia: los ciudadanos palestinos no podrán moverse de sus poblaciones. Les ha sido categóricamente prohibido utilizar la red de carreteras por las que habitualmente viajan para ir a las ciudades de Cisjordania. Las medidas no afectaran, sin embargo, al transporte de productos de consumo, mercancías de primera necesidad, gasolina o petróleo.

Por su parte, los servicios secretos del Shin Beth se ponían a trabajar. A primera hora de la mañana localizaron en la localidad de Abu Dis, pegada a Jerusalén, el domicilio de uno de los responsables del atentado suicida de la calle Ben Yehuda la noche anterior. Las fuerzas militares procedieron inmediatamente a dinamitar la casa de sus padres y arrestaron al menos a diez miembros de su familia.

Pero todo esto no son más que prolegómenos. La gran respuesta israelí, anunciada por el primer ministro Ariel Sharon desde Estados Unidos, está aún por llegar. El mandatario israelí ha asegurado que la venganza será "proporcional" al crimen.

Al caer la noche, los palestinos hacían otro aporte de víctimas a la dramática jornada. Cuatro palestinos murieron en Yenín en un intercambio de disparos con soldados israelíes, según fuentes militares de ese país. Poco después, caía otro palestino, miembro del movimiento Al Fatah, dirigido por Arafat, que murió por disparos de soldados israelíes en Tulkarem, según fuentes de los servicios de seguridad palestinos. Todo hace predecir que esta semana que acaba de empezar continuará siendo dolorosamente sangrienta.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 3 de diciembre de 2001