La Asamblea Legislativa argentina -el pleno del Congreso- designó en la madrugada de ayer al senador peronista Eduardo Duhalde como nuevo presidente, con un mandato hasta diciembre de 2003. El consenso fue amplio. El ex vicepresidente, que perdió las elecciones en 1999 ante Fernando de la Rúa, es el quinto jefe de Estado en 15 días. Sumidos en la gigantesca confusión de una crisis terminal, los argentinos recibieron el año con un vacío de poder tras la inesperada dimisión del presidente provisional, Adolfo Rodríguez Saá, que aguantó una semana. Duhalde encabezará un Gobierno de salvación nacional, que cuenta con el apoyo de radicales y peronistas para cumplir una misión casi imposible: lograr la paz social y sacar al país de la crisis.
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No hay en Argentina un solo dirigente político que no esté bajo el volcán del rechazo popular, tal y como quedó de relieve en las movilizaciones espontáneas de los últimos días. Y, sin embargo, esos mismos dirigentes siguen hablando en nombre del pueblo. El peronista Carlos Ruckauf, gobernador de la provincia de Buenos Aires, la más importante del país, es el padre de la idea de un Gobierno de salvación nacional porque, según reiteró en varias ocasiones, "es lo que quieren los argentinos".
Por su parte, otro de los caudillos peronistas, el gobernador de Córdoba, José Ramón de la Sota, dice estar convencido de que lo que quiere el pueblo son elecciones ya. "Hay que superar la frustración de la gente y sólo se puede conseguir votando". Para ello, De la Sota estima que el país está en condiciones de preparar comicios presidenciales en 30 días. Similar postura mantiene el gobernador de la provincia de Santa Cruz, Néstor Kirchner, que declara abiertamente sus ambiciones presidenciales.
Fueron precisamente las pugnas internas entre peronistas las que desencadenaron la dimisión irrevocable del ex gobernador de la provincia de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá. La reunión de gobernadores del Partido Justicialista (PJ) que había convocado para el domingo el presidente provisional, con el fin de aprobar cambios en el Gabinete y anunciar el plan económico pendiente, resultó un fracaso rotundo porque la mayoría de los 14 jefes provinciales no se presentó.
Renuncia de Rodríguez Saá
"Salvo los gobernadores de Formosa, Salta, San Luis, Buenos Aires, Misiones y La Rioja, los demás me han quitado el apoyo, sobre todo el gobernador de Córdoba, que priorizó la interna partidaria a los intereses de la patria. Esta actitud de mezquindad no me deja otro camino que presentar mi renuncia indeclinable ante la Asamblea Legislativa", dijo Rodríguez Saá en el mensaje a la nación la madrugada del lunes. Los argentinos se quedaban de nuevo sin presidente y comprobaban hasta dónde llegaban las guerras intestinas del PJ, que gobernará en los años próximos, después del estrepitoso fracaso de último Gobierno del radical Fernando de la Rúa. El Partido Justicialista controla, además, el Parlamento y la mayoría de gobiernos provinciales.
Rodríguez Saá, a quien nadie había elegido, llegó a la Casa Rosada por acuerdo de otro conciliábulo de los gobernadores peronistas. Se había comprometido a estar en el poder hasta las elecciones anticipadas del 3 de marzo, pero a las 48 horas demostró que quería quedarse dos años, hasta agotar el mandato interrumpido de De la Rúa. Prodigó promesas de imposible cumplimiento -como la creación de un millón de puestos de trabajo-, anunció de manera frívola la suspensión de pagos de la deuda externa, se rodeó de políticos desprestigiados y de segunda fila y coqueteó con los líderes sindicales más denostados de Argentina.
En pocos días dilapidó su capital, si alguna vez lo tuvo, y el sábado por la noche, un gigantesco cacerolazo por las calles de Buenos Aires degeneró en violentos incidentes, que incluyeron un asalto al Congreso y un intento frustrado a la Casa Rosada.
En una semana, Rodríguez Saá se quedó solo, con la calle en contra y sin el respaldo de su partido. No le quedaba otra alternativa que dimitir. Su teórico sucesor, según establece la Constitución, rechazó el envite. El presidente del Senado, Ramón Puerta, ya probó la transitoriedad de ser presidente por 24 horas tras la dimisión de De la Rúa, y prefirió no repetir la experiencia. Le correspondió, pues, al presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Camaño, que fue el encargado de convocar la Asamblea Legislativa para aceptar la dimisión de Rodríguez Saá y designar al nuevo presidente.
Devaluación
Calmar los ánimos de los millones de argentinos afectados por la congelación de depósitos bancarios es la primera prioridad del nuevo Gobierno. El economista Jorge Remes Lenicov tiene todos los puntos para ser encargado de aportar tranquilidad. Asesor de Duhalde, es el favorito para ocupar la cartera de Economía. Sus primeras medidas apuntan a un cambio de la Ley de Convertibilidad que alteraría la relación uno a uno del peso y el dólar, para pasar a una devaluación de hasta 1,3 pesos por un dólar. Según indicaron fuentes próximas a Remes Lenicov, una misión argentina viajaría urgentemente a Washington con el propósito de lograr un paquete de ayuda de los organismos financieros internacionales de 16.000 millones de dólares. El siguiente paso sería pasar de dólares a pesos las deudas y depósitos de los argentinos.
Las posibilidades de levantar las restricciones bancarias son prácticamente nulas, según coinciden banqueros y economistas consultados por este diario. Todo lo contrario, el escenario futuro acentuará el férreo control sobre las reservas y depósitos, lo que impedirá a los ahorradores disponer libremente de sus fondos. "En un esquema donde todos quieren sacar dinero del sistema y nadie quiere poner es difícil pensar en suavizar el sitio sobre los depósitos; la pérdida continua de plazos fijos a favor de colocaciones a la vista torna imposible la recuperación del normal funcionamiento del sistema bancario", señala un informe de la Fundación Capital.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 2 de enero de 2002