El partido terminó a los 12 minutos cuando el Villarreal agotó el bolsín de las esperanzas y el Athletic agotó el poco interés que le restaba al partido. El gol de Guerrero heló un partido que ya nacía frío, desangelado en la grada y en el césped. Un trámite que tenía para el Athletic el peligro de sucumbir al aburrimiento y para el Villarreal la oportunidad de creer en los milagros más que en las tácticas futbolísticas. Era uno de esos partidos que examinan el nivel de amor al fútbol que profesan sus protagonistas. No hubo nada que objetar: a medio gas, con poquita presión y un cierto gusto por los detalles técnicos, Athletic y Villarreal construyeron el único partido posible, el que se olvida del resultado y se manifiesta entre la alegría de unos y la tristeza de otros.
Los mensajes de los entrenadores eran similares: mantener la estructura pero retocar algunas ramas, para que otras se repongan.Víctor Muñoz tiene un problema en la Liga y Heynckes tenía la eliminatoria asomando por el bolsillo. Así que era momento para hacer debutar a Cuéllar, un muchacho que aspira a ser extremo en el Athletic, o para dar entrada a jugadores caídos en desgracia en el Villarreal, casos de Gracia o de Guayre. Todo bien pensado, pero finiquitado en doce minutos, condenando el resto del partido y de la eliminatoria al beneficio del inventario.
El ruido, a veces, define los partidos. Cuando se oye a los jugadores más que al público, el cardiograma del juego es líneal. Ayer predominaban las voces de los futbolistas por encima de los ecos del público. Y así se diluía el fútbol, en otro tiempo preciso, de Galca en un correr sin sentido, o las intenciones de Guayre, otrora acreditado velocista en un capítulo inconcluso, o la habilidad de Jorge López, antes desequilibrante extremo, en un fuego de artificio sin emoción. En la hoja de servicio del Villarreal apenas figuraba una línea para anotar un cambio de ritmo de Guayre, abortado por Aranzubia.
En la del Athletic había de todo, bueno y malo. Lo bueno, el gol de Guerrero y la tranquilidad del resultado. Lo malo, las lesiones de Larrazabal y de Urzaiz, en la primera mitad. Ese ha sido su peaje en los cuartos de final. Cada partido con el Villarreal, se ha saldado con dos lesionados aunque deportivamente hayan resultado tan cómodos como un amistoso.
Por lo demás, el acta del partido quedó casi vacía: un gol a causa de un fuera de juego mal tirado, un par de ocasiones de Urzaiz y Guayre, un par de amonestaciones, otros tantos lesionados y un montón de minutos huecos, salvo dos. En el 12 hubo un gol bien construído y en el 68 un contragolpe del Athletic en cuatro toques que recordó el manual de Luis Aragonés. Eso fue el fútbol. El resto pertenecía al terreno de la diplomacía.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 16 de enero de 2002