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FOLK | JOSÉ ANTONIO RAMOS

Todo un gigante

Una guitarra en manos de un gigante. Ésa es la primera impresión que proyectan desde el reducido escenario José Antonio Ramos y su timple. Y resulta difícil sustraerse a ella, aún cuando la música ya está sonando, y de qué manera, porque es una relación asímetrica: parece mentira que de tan pequeños trastes y de los enormes dedos que los recorren con destreza de bailarín clásico puedan surgir obras de la delicadeza de Chipude.

La semana en el Café Central de Madrid sirve de presentación del nuevo disco de José Antonio Ramos Jeito. El baile Lenindanza no se inspira en el revolucionario ruso, es una pieza dedicada a un loro que vive en su casa, cuyos silbidos le proporcionaron las primeras notas, y que tendría, según él, más oreja que muchas personas; De isla a isla trata la relación entre Canarias y Cuba, con el tumbao del piano presagiando el aire cálido y húmedo del Caribe, y Agua de Barranco evoca aquello que hizo popular a Paco de Lucía.

Si fuese norteamericano aparecería sin duda en esas listas que las revistas musicales de Estados Unidos publican anualmente con los mejores en instrumentos. El timple, que él toca a diario desde los ocho años, suena dulce por la madera y el nylon de las cuerdas y tiene pegada para la parte rítmica. Ramos invitó a la también canaria Davinia Rodríguez a cantar dos canciones tradicionales y el grupo terminó con un entusiasta bloque de polcas.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 16 de enero de 2002