El rabioso perro de la crisis argentina vuelve a morderse la cola una y otra vez. Todos saben, Gobierno y ciudadanos, que ninguna medida será satisfactoria. Los bancos no tienen y no pueden devolver todo el dinero, ni en pesos y mucho menos en dólares, tal como reclaman más de dos millones de clientes. El Ministerio de Economía difundió anoche las nuevas reglas que amplían en parte la liberación condicionada y en cuotas de unos 50.000 millones de dólares que los ahorradores tienen atrapados en el llamado corralito financiero, levantado como una cárcel alrededor de los depósitos.
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La medida más importantes es que los titulares de cuentas de ahorro en dólares, limitados a 3.000 dólares, podrán convertir ahora hasta 5.000 dólares en pesos a la paridad oficial de 1.40 pesos por dólar para depositarlos en otras cuentas de las que podrán retirar hasta 1.500 pesos por mes. Además se podrá destinar una parte de los depósitos a plazo en dólares al pago de salarios, impuestos, facturas de las tarjetas de crédito, deudas en dólares en el mismo banco y deudas en pesos en otro banco según la cotización oficial.
El debate interno del Gobierno sobre la forma de salir del corralito provocó la dimisión del presidente del Banco Central, Roque Maccarone, que sugería "prudencia" ante la evidencia de que cualquier decisión que provoque una alteración brusca en el movimiento de las cuentas arrastrará a los bancos que están en virtual estado de quiebra, y las consecuencia pueden ser aún peores. Entre los afectados por la fuga de depósitos del pasado año se encuentran dos entidades estatales importantes: el Banco de la Nación Argentina y el de la Provincia de Buenos Aires.
En el Ejecutivo se acusó a Maccarone de proteger demasiado a los banqueros y de cometer errores como las idas y venidas sobre el tipo de cambio que regiría para las deudas no convertidas a pesos, que causaron graves daños a la imagen del Gobierno.
El ex presidente del Banco Central fue reemplazado provisionalmente por su segundo, Mario Blejer. El Senado debatía ayer la reforma de la Carta Orgánica del banco para permitir la emisión de moneda y deberá aprobar luego la confirmación del actual o la designación de un nuevo presidente. Las presiones del Ejecutivo sobre la autonomía del Banco Central es parte también de la decisión política del Gobierno de tener todos los instrumentos de política monetaria a disposición.
El viceministro de Economía, Jorge Todesca, aseguró que "el Gobierno trabaja para formular un plan sustentable que permita alcanzar un acuerdo satisfactorio con los organismos multilaterales de crédito". Un portavoz del equipo económico admitió que la asistencia financiera externa resultaba "decisiva" para compensar con dólares y la emisión de pesos las consecuencias de la apertura limitada del corralito. Según Todesca, "el Gobierno tiene suficientes elementos" para regular el mercado si la liberación de pesos se volcara únicamente a la compra de dólares. Ayer, en la apertura del mercado de cambios, la cotización era de 2.10 pesos por dólar, setenta centavos por encima de la paridad oficial. La Bolsa, cerrada desde el pasado 4 de enero, reanudó sus operaciones y a mitad de sesión registraba una subida superior al 6%.
El dilema en las calles es el mismo: ¿resignación o cacerolazo? El miedo de los que viven de su salario, de una miserable pensión o de la renta de unos ahorros de los que no pueden disponer completamente; la angustia de los comerciantes y pequeños empresarios, que se sienten condenados a fundirse o quebrar en pocos días; la desesperación de los que ya no tienen siquiera la esperanza de recibir la moneda de la limosna cotidiana; la suma de sentimientos amasados con la frustración y el odio dan forma a un monstruoso gusano de lava ardiendo que se arrastra por debajo de la ciudad y hace vibrar calles, edificios, cristales, cuerpos.
"Se va a acabar, se va a acabar, esa costumbre de robar", es el nuevo grito de guerra de las multitudes que marchan. El verso alude a la época de la lucha contra los militares, cuando en las manifestaciones se cantaba: "Se va a acabar la dictadura militar". Los testimonios sobre la profundidad del malestar coinciden y advierten sobre el momento en que puede detonar la bronca. "La situación está que arde, son momentos muy difíciles", decía ayer Rubén Solokian, presidente del Centro de Comerciantes del barrio de Flores, antes de que se armara el corralito humano con el que cientos de personas encerrarían a las sucursales de los bancos de la zona, a los que acusan de "robar durante diez años".
Según Solokian, "tenemos que ayudar al Gobierno, aunque no seamos peronistas, porque vemos que cada vez está más presionado por la banca extranjera". "El presidente Aznar llamó cuatro veces en una semana, y durante diez años no llamó nunca para decir que paren de saquear a la Argentina".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 18 de enero de 2002