A imagen y semejanza de su central gigante, Volker Zerbe, el largo zurdo de 2,13 metros, Alemania es un equipo alto, lento, estático, mecánico, previsible, tenaz y perseverante. La gota malaya, pues. Una muralla. Frente a ella, la selección de César Argilés fue un poco durante un rato y al final nada. La vivacidad y el ingenio de Ortega. La seriedad de Garralda. La seguridad de Barrufet. Insuficientes. Ni velocidad ni inspiración. España perdió finalmente.
ESPAÑA 18| ALEMANIA 19
España: Barrufet; Guijosa (2, 1 de p.), Entrerríos (2), Lozano, Garralda (2), Ortega (6, 2 de p.), Colón; O'Callaghan, Juancho Pérez, Hernández (3) y Romero (3). Alemania: Fritz; Kretzschmar, Schwarzer (1), Zerbe (3), Petersen, Stephan (6) y Kehrmann (3); Hens (1), Von Behren (3, 1 de p.), Dragunski, Rose (1) y Baur (1). Árbitros: Vakula y Ljudowik (Ucrania). Unos 2.000 espectadores en el pabellón de Västeras.
La derrota, la primera en este cameponato europeo, complica la cuestión. Se hace impepinable una victoria hoy ante Francia, una tarea, de todas maneras, no tan imposible como podría parecer. El equipo del mago Jackson Richardson, actual campeón del mundo, vive también su propia renovación y ayer no pudo más que empatar con Islandia, el mismo resultado que consiguió España contra los nórdicos. Algo es algo.
Si Alemania es en sí una muralla, un equipo tan aburrido y tan demoledor como todos los tópicos dicen, España tuvo su propia muralla, un puntal en el que apoyarse para lanzarse: Barrufet. El portero catalán mantuvo un nivel increíble durante casi todo el encuentro (8 de 10 paradas en los primeros 15 minutos: sólo dos goles), lo que permitió al equipo español mantener la cara, esconder sus defectos, imprecisiones y fallos de todo el primer tiempo. Terminaron los primeros 30 minutos con 9-8, un resultado engañoso y peligroso. Pese a la ventaja española, los bajos números significaban que el partido se había movido en la dinámica alemana, sirviendo sus intereses.
Pareció, sin embargo, que el segundo tiempo cambiaría la historia. Los diez primeros minutos, por lo menos. Conducidos por un Garralda más penetrante y un Ortega que hizo valer su habilidad en el puesto de central, los de César Argilés certificaron un parcial de 4-1, una ventaja de cuatro goles (13-9), la diferencia ideal para especular y mantenerse.
Sin embargo, los únicos pacientes fueron los alemanes, los hombres de hielo. A falta de 20 minutos, y después del último gran servicio de Barrufet (el segundo penalti detenido), llegaron los momentos clave, las expulsiones casi consecutivas de Olalla y Entrerríos. El desbarajuste. La chispa desde la que Alemania construyó un parcial de 9-3 en un cuarto de hora. El acabose. España, finalmente inferior, estéril, sin ideas, agotados sus hombres decisivos, no se rindió, sin embargo. Por coraje que no quede. Lucha.
Colón forzó la exclusión de Petersen, el gigante defensivo, a falta de 4m y con dos goles de desventaja. En la fase de superioridad, Romero la dejó en un gol. A falta de minuto y medio, el mismo gol de diferencia. Balón para España. Iker Romero, valiente, asume la responsabilidad. Falla un tiro. Agarra el rebote y vuelve a fallar. Queda medio minuto. Balón para Alemania. Otra vez la lucha, el coraje, la pillería. O'Callaghan roba un balón. Una oportunidad de oro. La última. El empate estaba ahí. El empate estuvo en las manos de audaz Romero, que volvió a fallar.
"Rozamos el triunfo con la masos", confesó el seleccionador español, César Argilés, a la conclusión del encuentro. Para el técnico mallorquín la victoria se les había escapado por milímetros. "España siempre ha sido dominadora", señaló, al mismo tiempo que reconoció que en el equipo faltó "veteranía y control del ritmo" en los momentos precisos.
"Jugar bien no sirve de nada si el equipo no gana", indicó uno de los mejores jugadores del conjunto español en la jornada de ayer, su portero David Barrufet. "Tuvimos el partido controlado, pero las dos exclusiones seguidas del segundo tiempo fueron determinantes".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 30 de enero de 2002