La gran decepción. De Juanito Maravillas al Gran Tramposo. Johann Muehlegg pasó de héroe a villano en una jornada que marcará la historia del deporte español y el mundial. Si los Juegos Olímpicos de Seúl de 1988 son recordados por el escándalo de los anabolizantes del velocista canadiense Ben Johnson, los de Salt Lake City de 2002 quedarán grabados por el escándalo de sangre de Muehlegg.
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Tras las grandes hazañas, la gran decepción. De la épica, a la EPO, porque a Muehlegg se le detectó una variante de ella, el Aranesp o darbepoetina. Es una EPO de efecto retardado que ayuda a aumentar el número de glóbulos rojos y la sangre puede así transportar más oxígeno y mejorar el rendimiento. Una magnífica y lamentable explicación para la Locomotora Muehlegg.
Se le detectó al triple medallista de oro en un control de orina por sorpresa que se le hizo el pasado jueves, día 21, una semana después de su segunda medalla y dos días antes de la última, la de los 50 kilómetros, la del sábado. Precisamente en los momentos previos a esta prueba, Muehlegg tuvo ya serios apuros para pasar el control de hemoglobina.
Benjamín Fernández, el médico del equipo español, opina que muy probablemente dichos problemas estuvieran ya relacionados con el caso anterior. Sin embargo, no puede tener certeza de ello porque realmente no es su médico. Sólo le ha tratado ocasionalmente desde que la temporada pasada Muehlegg se independizó del equipo al rechazar a su técnico, el italiano Carlo Petrini.
Así, pues, Muehlegg compite por España, pero por libre. Sólo él es responsable de usar una sustancia relativamente nueva dentro de los sucedáneos de la EPO y que claramente pensaba que no iba a ser detectada. Hasta en eso existe un paralelismo con el caso de Johnson. Aquél perdió su medalla de oro en los 100 metros. Y él, en principio, ya ha perdido la de los 50 kilómetros. De momento, a la espera del alcance exacto de su sanción tras el contraanálisis, conserva las otras dos, la de los 30 kilómetros y la de persecución sobre 20.
El Comité de Investigación de la Comisión Médica del COI comunicó al jefe de la misión española, Joaquín Agulla, el posible positivo a las 20.15 del sábado, en el preciso momento en el que Mueh-legg estaba en el podio con su tercer metal, oyendo el himno español y viendo cómo subía la bandera roja y gualda al mástil.
Media hora después, el comunicado llegó a manos de Víctor Sánchez, el secretario general del Comité Olímpico Español (COE) y máxima autoridad de este organismo en ausencia de su presidente, Alfredo Goyeneche, que dejó los Juegos tras la primera medalla de Muehlegg por razones de su trabajo particular en Madrid. El secretario de Estado para el Deporte, Juan Antonio Gómez Angulo, se encontró con la citación del esquiador para las 10.00 de ayer tras llegar a las 21.10 de la ceremonia de entrega de medallas al hotel Little América, en el que están el COI y todas las delegaciones.
Así, pues, la que iba a ser la tercera cena de alegría por la nueva e increíble hazaña de Juanito se empezó a convertir en un enorme fiasco. Muehlegg, que apareció a las 21.45, se enteró en ese momento de que tenía que pasar 15 minutos después ante el Comité de Investigación. Se mostró perplejo y disgustado, pero, acompañado por su hermano, Martin, reaccionó con serenidad.
Gómez Angulo quiso estar presente en su comparecencia, que duró dos horas, hasta la medianoche. Y, en su desbordamiento al verse en un escándalo monumental, trató de agarrarse a que el nombre de darbepoetina no figura explícitamente en la lista de productos prohibidos, como dijo, como puro formulismo, el profesor Katlin, director del laboratorio de Salt Lake, donde se hizo el análisis. Pero que un nombre no aparezca como genérico no significa que no sea igual de dopante que otro y, naturalmente, no exime del positivo.
Muehlegg dijo que él sólo había tomado minerales, glucosa y vitaminas y confesó que no tiene médico. El comité, que trató también el caso de la esquiadora de fondo Larisa Lazutina, la gran estrella rusa, también expulsada de los Juegos por la misma causa que Muehlegg, tardó seis horas en elaborar el informe de la comparecencia. Dos más tarde, a las ocho de la mañana, Muehlegg llegaba ante la Comisión de Disciplina.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 25 de febrero de 2002