La Comisión Ejecutiva del COI acordó ayer, tras una maratoniana reunión, expulsar a Johann Muehlegg de los Juegos Olímpicos y desposeerle de su última medalla de oro. Sólo de la última, la de los 50 kilómetros, porque es la única carrera en la que compitió tras el control antidopaje del 21 de abril, en el que dio positivo. A la espera del contraanálisis, las otras dos medallas conquistadas por Muehlegg, en los 30 kilómetros y los 20 kilómetros de persecución, aunque ya sospechosas para siempre, las mantiene. Al respecto, Jacques Rogge, presidente del COI, aseguró: "Mantenemos sus dos primeras medallas por su calidad técnica, por justicia deportiva, pero no tienen ninguna calidad moral".
Muehlegg dio positivo en el sexto control de los ocho que ha pasado en los Juegos, en el primero que se le hizo para detectar EPO. Concretamente, en el tercero de orina, en el que se le buscó por sorpresa la sustancia prohibida. Del último aún no se conocían ayer los resultados. Si el contraanálisis, cuyo resultado se sabrá mañana, ratifica el positivo, será la Federación Internacional de Esquí (FIS) la que decida la sanción: probablemente una suspensión de dos años.
Antes de empezar a competir en los Juegos, el pasado día 8, Muehlegg se sometió a un control de sangre, que el COI y la Federación Internacional de Esquí llaman prueba de salud. En ella se comprueba el nivel de hemoglobina, que debe estar por debajo de un máximo de 17,5 en los hombres y de 16 en las mujeres. En el caso de superarse estos límites, al atleta se le prohíbe participar porque se supone que su salud corre riesgo. En realidad, es un eufemismo porque también se buscan en esas pruebas otros parámetros que pueden indicar un dopaje sanguíneo con EPO o sus derivados. Indicios, no pruebas, que sólo se pueden confirmar en los controles de orina.
Muehlegg se sometió posteriormente a otras tres pruebas de sangre antes de las tres carreras que ganó, el día 9, el 14 y el 23. Y después, a otras tantas muestras de orina obligadas por haber sido medallista de oro. Tuvo problemas con el control previo a la carrera de los 50 kilómetros por el nivel alto de hemoglobina, que luego le bajó. En ninguno de los otros controles se le detectó nada. Sólo en el de orina por sorpresa, del día 21, en el único que fueron a buscársele pruebas de consumo de EPO, dio positivo. Todos los análisis de los medallistas se envían, en frascos y bolsas selladas al laboratorio de Salt Lake City, homologado para estos Juegos por el COI.
Las pruebas para detectar el dopaje sanguíneo se hacen por primera vez en estos Juegos. La novedad es que, mientras en el control de la EPO pueden existir dudas, se ha perfeccionado el sistema para los derivados, como es el caso del Aranesp, o NESP, como también se le conoce. Se trata de una molécula, una glicoproteína, similar a la eritropoietina o EPO. Y es dopaje, según el código del COI, tanto la EPO como las sustancias similares. El proceso jurídico en los casos de dopaje actualmente empieza con un Comité de Investigación, dependiente de la Comisión Médica, que cita a los implicados y no sólo busca como culpable al atleta, sino al entorno. E incluso si se ha producido tráfico de productos dopantes. Este comité eleva un informe a la Comisión de Disciplina, que, a su vez, lo eleva a la Comisión Ejecutiva del COI, su máximo órgano decisorio. Al deportista afectado le queda como esperanza el resultado del segundo análisis. Y, como último recurso, tiene derecho a apelar al Tribunal de Arbitraje del Deporte, dependiente del COI.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 25 de febrero de 2002