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Crónica:La gran final de la Copa del Rey | FÚTBOL

Valerón conquista el Bernabéu

Tras exhibirse ante el Manchester y el Juventus, el medio canario se consagra ante el Madrid

Grandioso. Entre las toneladas de tensión que rodearon el partido, Valerón jugó con una asombrosa tranquilidad. Sin prisas. Con una elegancia suprema. Actuó por el interior del campo como si lo hiciera por un camino completamente despejado. Se movió con tanta distinción como efectividad. Se dejó caer a las bandas para completar la función. Convirtió los adversarios en guiñapos. Se sacó de la chistera el segundo gol: comenzó a tirar del ovillo en el callejón del 10, se marchó al del 8 y, desde allí, pasó raso a Tristán, su mejor aliado. A sus 26 años, y tras tres exhibiciones ante el Manchester, el Juventus y el Madrid, parece haber alcanzado la regularidad que siempre anheló. Ha sepultado la imagen de jugador melifluo que lo ha acompañado desde sus inicios en la UD Las Palmas. Está listo, pues, para ser la principal referencia de España en la próxima Copa del Mundo en Corea y Japón. Y, sin embargo, fue sustituido por Irureta al inicio del segundo periodo cuando al técnico le entró el canguelo. Dejó el choque un poco huérfano, pues poco antes había escrito en el área madridista otra jugada memorable culminada con un disparo seco que escupió el poste.

- MAURO SILVA. El motor del Depor. A sus 34 años, no ha disminuido su portentoso volumen pulmonar. Tampoco la capacidad de mando en el centro del campo ni la enorme personalidad. Jugó con el punto justo de agresividad y de determinación para no ser expulsado y para cortar de raíz la creatividad madridista. Su importancia en el partido creció en el último tramo, cuando ya Irureta había renunciado al ataque.

- SOLARI. Funcionó de revulsivo para el Madrid en la segunda parte. Revitalizó a su equipo y peleó con perseverancia un balón que acabó en el tanto madridista de Raúl. Aportó frescura y convicción. Y contagió ese entusiasmo a sus compañeros.

- TRISTÁN. El socio de Valerón, de 26, tampoco faltó a la cita. Llegó a recrearse en su superioridad técnica ante los centrales madridistas, primero Hierro y Pavón, después Helguera y Pavón. Probó su repertorio de regates y ejerció de ariete en el gol que le sirvió Valerón. Se enfadó cuando Irureta mandó a Valerón a la ducha al poco de empezar la segunda parte. Tenía motivos. Fue marcharse Valerón y desaparecer completamente Tristán. Son inseparables.

- ZIDANE. No fue uno de sus grandes días. Envió un cabezazo al larguero en el primer tiempo, y mejoró su fútbol cuando encontró la colaboración de Solari en el segundo acto. Pero resultó insuficiente. El centrocampista francés no halló el hilo del encuentro y acabó por perder los nervios en una entrada muy fea por detrás a Sergio.

- CÉSAR. El portero madridista empezó bien con una palomita a Tristán, pero le afectó el inesperado gol de Sergio, que lo batió por entre las piernas. Fue uno de esos tantos que duelen especialmente a los arqueros. Lo acabó de demoler el segundo gol de Tristán, que también le pasó por debajo de las piernas, si bien en esta ocasión el remate fue desde mucho más cerca, mucho más difícil de parar.

- SERGIO. Le hizo un nudo a Hierro en el primer gol: gran golpe de cintura. Después golpeó el cuero con la puntera de su bota derecha y el balón pasó por entre las piernas de César. Ya marcó en la Copa en la edición de hace dos años, cuando era jugador del Espanyol en la final ante el Atlético de Madrid. En la segunda mitad, perdonó el 1-3 en una pifia a bocajarro ante César tras un gran pase de Víctor.

- HIERRO. Muy tocado por el nudo que le hizo Sergio en el primer gol deportivista, a Hierro se le notaron más que nunca las carencias físicas. No pudo ni con Tristán ni con Valerón. Mejoró en el segundo periodo, cuando se redujo el trabajo defensivo y se aplicó en los lanzamientos largos -su especialidad- hacia la entrada de Solari.

- ROBERTO CARLOS. Intrascentente en el juego del Madrid.

- FIGO. El extremo portugués se limitó a meter centros de rosca desde la derecha. Más allá de eso, los efectos de la lesión fueron al parecer demasiado evidentes. Su escasa aportación lastró la ofensiva madridista. Fue reemplazado por McManamam.

- RAÚL. Sin apenas participación en el juego durante casi una hora -no le llegaron balones-, apareció, como de costumbre, para meter al Madrid en el partido. Después tampoco se le vio.

- PAVÓN. Superado por la tensión de la cita, el joven Pavón se comió casi todos los engaños que le iba ofreciendo el mago Tristán.

- FRAN. Actuó con un punto de madurez extraordinario, tan consciente de sus limitaciones físicas como de sus excelencias técnicas. Rompió por la izquierda a Figo y a Salgado sin más carreras que las justas. Bastó usar la zurda como un guante desde el lugar adecuado en el instante preciso para lanzar a Valerón. Porque si había que doblar en un sprint a Michel Salgado, también se atrevió. Vivió una gran noche. Al marcharse Valerón, Fran se quedó muy solo en la tarea de conservar el balón en el centro del campo. También fue sustituido el capitán del Depor, que se marchó del campo como un héroe saludando a unos y otros.

- NAYBET. El jefe de la defensa deportivista. Dirigió constantemente el trabajo defensivo de sus compañeros. Secó a Morientes, que acabó siendo sustituido por Guti. El defensa marroquí salvó por anticipación varios goles cantados.

- MAKELELE. Tapó algunos de los errores de los centrales madridistas. Sólo eso.

- CÉSAR. Colosal labor defensiva del joven central del Depor, de 24 años, perfectamente sincronizado con Naybet.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 7 de marzo de 2002