Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
SEIS MESES DESPUÉS DEL 11-S

Nueva York afronta con tristeza el recuerdo y los traumas de los atentados

'La gente es más amable y caritativa, pero hay más consumo de alcohol', cuenta Rojas Marcos

Hubo dos silencios. A las 8.46 de la mañana neoyorquina (14.46, hora peninsular española) y a las 9.03, las horas precisas en las que dos aviones de pasajeros se estrellaron contra las Torres Gemelas. Ayer, Nueva York recordó los seis meses de los atentados del 11 de septiembre y los 2.830 muertos que dejaron tras de sí al inaugurar dos monumentos temporales en honor a las víctimas. Medio año después, la ciudad vive padeciendo las consecuencias económicas y emocionales de la tragedia. La mañana era diáfana y fría, y el alcalde, Michael Bloomberg, empezó a hablar con un suspiro.

"Debemos recordar a los que ya no están con nosotros y pensar en el futuro que hubieran querido que construyéramos", dijo Michael Bloomberg. La ceremonia fue breve: dos minutos de silencio, dos hijos recordando a su padre y unas campanadas en memoria de los bomberos fallecidos. Nueva York ya ha vivido muchos funerales. Dos monumentos honrarán temporalmente a las 2.830 víctimas. La esfera, una obra de bronce, que presidió la placeta del World Trade Center durante 30 años, despedazada en el siniestro, se quedará cerca del nivel cero. Las Torres de Luz, dos potentes focos, se elevarán en lugar del World Trade Center hasta abril.

El recuerdo empezó la noche anterior, con la emisión del vídeo de dos cineastas franceses, Jules y Gédeon Naudet, que aquella mañana estaban de casualidad filmando un documental cerca de las torres. Un tercio de la audiencia, unos 39 millones de estadounidenses, miraron atónitos las dos horas de testimonio directo. Se ven los equipos de bomberos, aislados en el lobby principal, el estruendo y la humareda al derrumbarse una y luego otra torre, se oye incluso el ruido de los cuerpos de los que saltaron en el vacío, pero no se ven ni sangre ni cadáveres.

El impacto psicológico en la cuidad ha sido muy profundo. "La gente no habla. O mejor dicho, habla mucho, es más amable, más caritativa con los demás, pero no habla del 11 de septiembre. Y si lo hace, es con personas que han pasado por la misma experiencia o gente muy cercana, amigos, familiares", dice el doctor Luis Rojas Marcos, que hace poco dejó su puesto de director de los hospitales públicos de Nueva York y ahora está escribiendo un libro sobre los acontecimientos. "Ha aumentado el consumo de alcohol y de tranquilizantes. El impacto también se nota en un sentimiento generalizado de tristeza".

Para los familiares de las víctimas, estos seis meses han sido increíblemente duros. Su calvario empezó en los interminables pasillos del muelle 94 yendo y viniendo entre los mostradores de las agencias de ayuda que no supieron coordinarse. Infinidad de organizaciones privadas consiguieron recaudar más de 1.200 millones de dólares (1.320 millones de euros) en un tiempo récord, pero la distribución ha sido lenta y caótica. El Fondo de Compensación Federal acaba de fijar la indemnización media por víctima en 1,85 millones de dólares.

Lo peor ha sido, sin duda, la idea de no recuperar los cuerpos. De los 2.830 desaparecidos sólo se han rescatado los restos de una cuarta parte, algo más de 700. "No ha aparecido todavía", se lamenta Jerónimo Domínguez, el padre de una de las tres víctimas de origen español fallecidas en las torres (los otros dos son Silvia de San Pío y Edelmiro Abad).

La semana pasada se encontraron algunos cadáveres en los sótanos de las torres. "Aparecieron dos de sus compañeros. No perdemos la esperanza". Su hijo, Jerome Domínguez Meza, de 37 años, pertenecía a uno de los equipos de rescate de los bomberos de Nueva York. "A menos que lo encuentren antes, ya tenemos previsto su funeral, el 25 de abril, el día de su santo, en la catedral de San Patricio", siete meses y medio después de su muerte.

Todavía nadie sabe muy bien qué habrá en lugar de las torres. El consenso general y la tremenda energía de la ciudad piden reconstruir, pero ni tan alto ni tan grande. Las primeras ideas hablan de un monumento, que cubriría un buen tercio de la superficie, y proyectos de oficinas, viviendas, centros comerciales, incluso de una nueva sala para la Ópera de Nueva York. Nada es seguro.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 12 de marzo de 2002