Los funcionarios de justicia de Estados Unidos que mejor deberían conocer a Mohamed Atta y Marwan al Shehhi aparentemente no saben que éstos están muertos y que fueron los pilotos que derribaron las Torres Gemelas de Nueva York el pasado 11 de septiembre. El lunes, día en que se cumplían exactamente seis meses de los atentados, el Departamento de Inmigración y Naturalización (INS) renovó los visados de estudiantes a ambos terroristas. Mientras tanto, EE UU sigue sin detener a nadie implicado directamente en los acontecimientos.
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El incidente ha provocado inevitablemente risas, pero a la Casa Blanca y al Congreso no les ha hecho tanta gracia porque ha puesto al descubierto la enorme brecha entre el dicho y el hecho, entre la tan pregonada política de mano dura contra el terrorismo y la ineficacia y el desfase tecnológico de las agencias federales responsables de la lucha antiterrorista.
El presidente George W. Bush dijo ayer estar "espantado" por la noticia y pidió una reforma urgente del Departamento de Inmigración y Naturalización. "Espero que esto sirva para que se despierten los directores del INS. Necesitamos saber quién entra y quién sale del país".
La notificación de la renovación de los visados llegó el 11 de marzo a la academia de aviación del Estado de Florida donde Atta y Al Shehhi estudiaron los meses previos a los ataques. El director de Huffman Aviation International, Rudi Dekkers, se quedó de piedra cuando abrió el correo esa mañana. "Es increíble que el INS haya dado visas a terroristas conocidos al mismo tiempo que libra una campaña para detener a cientos de sospechosos que en muchos casos resultan ser inocentes", dijo.
Al igual que Dekkers, congresistas y miembros del Gobierno, incrédulos y avergonzados, se hacían eco de la incompetencia del INS y empezaron a pedir su desmantelamiento. "El INS es el Club de Mickey Mouse de las agencias federales, aunque eso sería en realidad una ofensa para Mickey Mouse", declaró a la prensa el congresista Thomas Tancredo. Las otras agencias federales a las que se refería Tancredo son, entre otras, el FBI y la CIA. Ambas lideran por una parte la persecución de los implicados en el 11 de septiembre y, por otra, se encargan de prevenir nuevos atentados.
El embarazoso episodio protagonizado por el INS sirvió también para hacer balance de la investigación más grande de la historia de EE UU. El resultado es negativo: no hay un solo arrestado que esté implicado directamente en los atentados. El más próximo es Zacarías Mussaui, un francés de origen marroquí acusado de conspirar para intentar el secuestro de un avión. Los fiscales federales estudian nuevas imputaciones contra él en conexión con el llamado terrorista del zapato, Robert Reid, que hace meses intentó detonar una bomba en mitad de un vuelo París-Miami.
A lo largo del país hay todavía cientos de musulmanes detenidos, pero no encausados, a los que se suman 300 en la base de Guantánamo y cientos más en Afganistán. En la búsqueda de nuevas pistas y sospechosos trabajan más de 4.000 agentes del FBI y miles más de otras agencias policiales.
Sin embargo, a pesar del mastodóntico esfuerzo para desentrañar la trama terrorista en Estados Unidos, las perspectivas de una resolución no parecen estar en el horizonte y existe cada vez más la percepción social de que el asunto se le está yendo de las manos al Gobierno. Las autoridades conceden que es una labor complicada por tratarse de un enemigo sin cuartel y con gran capacidad de metamorfosis.
Y, mientras tanto, el país sigue en alerta permanente contra nuevos atentados, peligro del que a partir de esta semana los estadounidenses podrán tener una noción más precisa a través de un nuevo sistema de alerta nacional de cinco colores. El verde es el mínimo y el rojo el máximo. Actualmente, el riesgo es amarillo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 14 de marzo de 2002