Las palabras aún no consiguen acallar las armas. Mientras israelíes y palestinos volvían a reunirse ayer para tratar de reanudar el diálogo interrumpido con la Intifada, nuevas víctimas teñían de luto ambos pueblos. La convocatoria anoche del comité de seguridad no era otra más. La inminencia de la cumbre árabe de Beirut y el empeño israelí en condicionar la participación del líder palestino la convertían en un pulso crucial para determinar hasta dónde alcanza la voluntad de romper el círculo de ataques y represalias. No hubo acuerdo.
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El primer ministro israelí, Ariel Sharon, volvió a repetir ayer durante la reunión semanal de su Consejo de Ministros que Yasir Arafat "no saldrá de Ramala mientras no actúe contra el terrorismo". Sharon canceló la posterior convocatoria del Gabinete restringido -en el que estaba previsto que discutiera el viaje del líder palestino- a la espera del resultado, anoche, de la nueva reunión tripartita de seguridad, en la que el mediador norteamericano, Anthony Zinni, esperaba acercar las posturas entre israelíes y palestinos.
La reunión terminó pasadas las diez de la noche, hora española, sin un resultado definitivo, aunque, al menos, quedó clara la voluntad de seguir negociando.Una vez más las dificultades se centran en la insistencia israelí en ceñir las conversaciones a asuntos de seguridad, con las menores contrapartidas políticas posibles, en tanto que los palestinos quieren obtener réditos diplomáticos por la última ofensiva israelí. En resumen, Arafat desea que se reduzca a dos semanas el periodo de prueba previsto en el Plan Tenet, que Israel se comprometa de antemano a congelar las colonias y que las negociaciones de paz se reanuden en el punto en el que se rompieron hace un año y medio.
Zinni, según la radio militar israelí, llevó consigo algunas propuestas, escritas en cuatro folios, para hacer compatibles las aspiraciones de ambas partes, que se comprometieron al término del encuentro a estudiar la propuesta del mediador estadounidense. De su éxito depende que el primer ministro israelí dé su visto bueno al viaje de Arafat a la cumbre de Beirut, ahora que la entrevista con el vicepresidente norteamericano, Dick Cheney, parece cada vez más lejana. Los palestinos consideran que Sharon se está comportando de forma abusiva. "Se salta los acuerdos de Oslo a la torera, nada en esos documentos le permite decidir cuándo entra o sale nuestro líder", manifestó a EL PAÍS una fuente palestina.
En Ramala, como en el resto de los gobiernos árabes, se califican de inaceptables las condiciones que el Ejecutivo israelí ha impuesto a Arafat para viajar a Beirut. No sólo le exige un alto el fuego, sino que ha condicionado la autorización de su regreso al contenido de su intervención en ese foro árabe. Aunque oficialmente los palestinos mantienen que Arafat estará en Beirut, el veterano líder aún debatía ayer con sus asesores la conveniencia o no de ese viaje en las actuales circunstancias. "Al final, la decisión la tomará él y en el último minuto, pero si yo estuviera en su lugar, no acudiría", aseguraba a título privado un funcionario miembro de Al Fatah. "No podemos dejar que los israelíes determinen nuestros planes y creo que, en estos momentos, Arafat tiene más fuerza dentro que fuera", añadía haciéndose eco de una creciente oposición al viaje en medios gubernamentales.
Marioneta de Sharon
Todas las opciones son malas. Si acude a Beirut y ofrece un discurso moderado, corre el riesgo de ser tachado de marioneta de Ariel Sharon. En el caso de que adopte un tono más militante, se arriesga a perder lo que le queda de apoyo estadounidense y además pone en peligro su vuelta a territorio palestino. Sin embargo, el hecho de que el eje central de la cumbre sea precisamente la iniciativa saudí para buscar un entendimiento con Israel, hace más difícil la ausencia del líder palestino.
La cita de Beirut, a la que en otro acto de provocación Sharon ha manifestado su deseo de acudir, pretende recordar a los israelíes que sólo podrán alcanzar su anhelada aceptación entre los árabes si devuelven los territorios que conquistaron en 1967.
Once palestinos y dos israelíes mueren en varios tiroteos
Las advertencias de los servicios secretos israelíes sobre nuevos atentados hicieron que Israel amaneciera ayer bajo estado de máxima alerta. La medida no evitó un nuevo tiroteo palestino contra un autobús que une dos asentamientos judíos dentro de Cisjordania y que costó la vida a una mujer israelí de 23 años. Otro ciudadano israelí murió tras ser disparado cerca de la colonia de Beit Hagai, en el sur de Hebrón
En la inmediata persecución de los responsables del ataque, los soldados israelíes penetraron en varias aldeas bajo jurisdicción palestina y dieron muerte a un hombre que, según los palestinos, era un policía, y según los israelíes, uno de los atacantes del autobús. Además, otro palestino murió por disparos israelíes cuando intentaba infiltrarse desde Gaza y otros tres murieron por la noche por disparos israelíes en el sur de la franja.
En otro incidente,el Ejército israelí abatió a tiros a cuatro palestinos que al parecer trataban de cruzar desde Jordania. La alerta había saltado de madrugada cuando el Ejército israelí detectó un intento de infiltración en el punto donde coinciden las fronteras de Israel, Jordania y Siria. Poco después, oficiales de enlace jordanos les comunicaban que habían dado muerte a dos palestinos a los que habían sorprendido tratando de atravesar ilegalmente la demarcación. De inmediato se dio la voz de alarma y se cerraron dos carreteras cercanas a la frontera y se evacuó a todos los visitantes que se encontraban en la zona hasta dar con los activistas.
Según la radio militar israelí, se ha reforzado la vigilancia en todo el perímetro de las zonas autónomas palestinas. En Jerusalén las medidas de seguridad se intensificaron, con el centro de tomado por la policía. Los primeras páginas de los periódicos israelíes mostraban ayer imágenes del centro de la ciudad prácticamente tomado por la policía.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 25 de marzo de 2002