A pesar de todas las expectativas y esperanzas, israelíes y palestinos fracasaron ayer en el intento de proclamar inmediatamente un alto el fuego. Las negociaciones sobre la tregua, efectuadas bajo la mediación del emisario de la Casa Blanca, el ex general Anthony Zinni, y de representantes de los servicios secretos de Estados Unidos (CIA), se fueron a pique. Al menos de momento, como consecuencia directa de un atentado suicida, cometido a primera hora de la mañana, que fue perpetrado por un radical islámico. La acción terrorista se saldó con siete muertos y 28 heridos.
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Después de tres horas de discusiones y acusaciones baldías, las dos partes, en un intento desesperado por no dar un portazo a las negociaciones, llegaron a un único compromiso: volverse a reunir en los próximos días.
Responsables de la seguridad israelí y palestina iniciaron ayer a las ocho de la tarde (hora española) una reunión cumbre del Comité Superior Tripartito para asuntos de seguridad, en la que se debía de pactar la proclamación de un alto el fuego. El encuentro tuvo lugar, entre grandes medidas policiales, en la residencia del embajador de Estados Unidos en Israel, Dan Kutzer, en la localidad de Herzliya Pithav, situada a poco menos de 20 kilómetros al norte de Tel Aviv. A la cumbre asistían en calidad de mediadores y asesores, el enviado especial de la Casa Blanca, el ex general Anthony Zinni, y un representante de la CIA, organización que elaboró en junio de 2001 el plan de pacificación para la zona conocido como Plan Tenet.
Los representantes de Israel aseguraron nada más empezar la sesión, que no podían firmar ninguna declaración de alto el fuego, mientras continuaran los atentados terroristas, como el sucedido por la mañana en un autobús, donde un militante de Yihad Islámica, mató a siete personas. La respuesta fue inmediata, los responsables de la seguridad palestina, se quejaron de que no controlaban el territorio autónomo como consecuencia del bloqueo decretado por el Ejército y reclamaron que, para ser efectivos, necesitaban que las tropas volvieran a las posiciones en que se encontraban al iniciarse la Intifada, según se aseguraba ayer en círculos diplomáticos.
La discusión subió poco a poco de tono, sin que se vislumbrara ninguna salida: mientras los israelíes reclamaban una orden clara y tajante de Arafat poniendo fin a las acciones de los radicales, los palestinos sugerían la necesidad de un repliegue y de ofrecer a la población unas perspectivas políticas claras, que sólo pueden venir dadas por la reapertura de las negociaciones de paz, congeladas desde la llegada de Ariel Sharon al Gobierno, hace más de un año.
El fracaso de la reunión coloca en una situación de incertidumbre todo, pero especialmente el futuro del presidente Yasir Arafat, quien esperaba, como gran parte de los israelíes y palestinos, que esta reunión finalizara con un acuerdo, que supusiera a la vez la luz verde para poder asistir a la cumbre de la Liga Árabe en Beirut, que se celebrará la próxima semana. El mismo ministro israelí de Asuntos Exteriores, Simón Peres, había asegurado durante la mañana que Arafat podría viajar a Beirut y a Madrid. Al mismo tiempo, desde EE UU se aventuraba también la posibilidad de una cumbre en El Cairo, para la semana que viene, entre el presidente palestino y el vicepresidente norteamericano Dick Cheney, lo que hubiera supuesto la reconciliación entre los gobernantes palestinos y la Administración republicana de EE UU.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 21 de marzo de 2002