Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
GUERRA EN ORIENTE PRÓXIMO

Sharon frena la retirada de sus tropas tras un atentado suicida con ocho muertos en Haifa

Los pocos viajeros de la línea 960 de autobuses, en la que estalló la bomba, no hablan de paz

Los cuatro pasajeros que esperan la salida del autobús a Jerusalén miran con recelo a la recién llegada. Nadie dice nada. La estación de Haifa está inusualmente silenciosa. Unas horas antes, a las siete y cuarto de la mañana, un suicida palestino ha hecho saltar por los aires un autobús que cubría la misma línea. Ocho personas han resultado muertas, y otras 14, heridas. Además de destruir vidas, el atentado cuestiona las esperanzas puestas por muchos israelíes en la operación que su Ejército lleva a cabo estos días en los territorios autónomos palestinos.

El Gobierno de Ariel Sharon parece haber decidido frenar, de momento, sus planes de retirada. "Vi arrancar al autobús en la parada de Nesher. Yo iba en mi taxi, a unos 200 metros, cuando un hombre me paró y, mientras le recogía, en menos de dos minutos, ¡bum!, se produjo la explosión", relata Zina, todavía conmocionado. En Nesher fue donde subió el hombre bomba con un cinturón explosivo pegado a su cuerpo. "Vi a la gente salir despedida, fue horrible", añade el taxista. Zina, un árabe cristiano de nacionalidad israelí, considera que estos ataques "no son buenos". "A mí no me parecen bien estas acciones", dice en el hospital Rambam, donde fue atendido de un choque nervioso.

Alrededor, los familiares de los cinco heridos ingresados en este centro sanitario no pueden esconder su dolor. "¿Por qué? ¿Por qué?", grita una mujer en medio de sollozos. Un pariente la arropa con un abrazo y se la lleva. Una joven llora desconsolada, incapaz de articular palabra. Sus seres queridos están en ese momento en el quirófano. "Ninguno ha requerido cirugía severa, aunque hay una joven que se encuentra más grave", explica a este diario una portavoz del hospital. "Todavía nos queda una persona ingresada del último atentado", lamenta la mujer.

El último atentado registrado en Haifa tuvo lugar el pasado 31 de marzo. En aquella ocasión, la segunda en que el terror llegaba a esta ciudad ribereña del Mediterráneo, el suicida causó 14 muertos y 30 heridos en un restaurante. Tanto entonces como ayer, el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás) se ha responsabilizado del atentado. Fuentes policiales israelíes estimaban anoche que el militante suicida salió de Tulkarem, una de las ciudades palestinas en las que el Ejército entró para "destruir las infraestructuras terroristas". Los militares se habían retirado de allí el pasado lunes por la noche.

La reacción de Sharon, que reunió a su nuevo Gabinete de Seguridad ampliado, fue radical: Nada de proseguir con la retirada. La Operación Muro Defensivo continúa. Fuentes israelíes insistían en que el atentado, tras nueve días libres de actos terroristas, refuerza la necesidad de que el Ejército prosiga con su campaña en Cisjordania. Incluso el laborista Simón Peres, que el martes defendió que, tras la relativa calma, se podían reanudar las conversaciones con los palestinos, dio marcha atrás ayer. [El Ejército israelí informó anoche de su retirada de tres aldeas cisjordanas: Kabatia, Samoa y Dura, informa Efe].

En vísperas de la llegada, hoy, del secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, el ataque de Haifa adquiría también otro significado. "Es la bienvenida de Arafat a Powell", manifestó un funcionario israelí. Sin embargo, del lado palestino la lectura es diferente. "Haifa es una respuesta a la guerra sucia de Sharon", dijo ayer Ahmad Abderrahmán, secretario general del Gobierno palestino. "No aprobamos la matanza de civiles, sean israelíes o palestinos", volvió a reiterar Saeb Erekat, el ministro de Administración Local.

"Sabía que las organizaciones palestinas harían lo posible para demostrar que todavía son capaces de aterrorizarnos", declara a EL PAÍS el alcalde de Haifa, el laborista Amram Mitzna. El primer edil no cree, sin embargo, que su ciudad fuera especialmente el objetivo -"de hecho, ha ocurrido fuera de la municipalidad", precisa. "Estoy seguro de que no se trata de un gran plan, su única misión es matar al mayor número posible de gente", añade Mitzna antes de reconocer que los dos atentados previos que ha sufrido la ciudad han cambiado las costumbres de sus habitantes.

4.000 vehículos amenazados

Y es que los 4.000 autobuses de la compañía nacional, Egged, que recorren Israel y los territorios palestinos, han sufrido centenares de ataques desde el inicio de la Intifada, hace un año y medio. "La mayoría son lanzamientos de piedras y cócteles molótov", explica una portavoz. La portavoz asegura no disponer de datos sobre el coste de esas agresión, "pero en una decena de ocasiones hemos sufrido atentados suicidas. "Lo que importa es que influyen sobre la percepción de la gente sobre el transporte público y el número de pasajeros ha disminuido", concluye.

La vendedora de billetes de la estación de Haifa no se sorprende de que la periodista compre uno a Jerusalén. Ella no estaba en el turno de la mañana y no vio las caras de los pasajeros que nunca más van a viajar. El autobús sale puntual, a las dos y media, con apenas diez viajeros. El chófer opta por la música ligera y evita las noticias que recordarían el atentado. Esta vez nadie sube en Nesher. Las grúas ya han retirado la carcasa del autobús reventado, pero aún quedan las huellas de la explosión sobre la calzada. La mayoría de los pasajeros ya se ha dormido. "Es todo culpa de los musulmanes; no podemos vivir con ellos como vecinos", me asegura un hombre cubierto con la kipa.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 11 de abril de 2002