El secretario de Estado de EE UU, Colin Powell, inició ayer con mal pie en Jerusalén una de las misiones diplomáticas más difíciles en la crisis de Oriente Próximo: conseguir un alto el fuego y sentar a israelíes y palestinos a negociar. Como si se tratara de una carrera de obstáculos, los radicales palestinos trataron de torpedear su misión y enviaron una mujer bomba a Jerusalén, que provocó seis muertos y decenas de heridos. Mientras, Ariel Sharon se atrincheró en posiciones intransigentes y se negó a dar por acabada la ofensiva militar. Powell optó por cancelar la entrevista de hoy con Yasir Arafat.
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- Participación:: Especial Oriente Próximo
- Tema:: Crisis en Oriente Próximo
Ariel Sharon y Colin Powell hablaron ayer durante cuatro horas. Primero en solitario, cara a cara, en la residencia del primer ministro israelí, en el barrio de Rahavia (Jerusalén Oeste), frente a una taza de café. Luego les acompañaron los ministros del Gobierno de Unidad Nacional y los miembros restantes del Gabinete de Seguridad. La reunión multitudinaria finalizó sin acuerdo.
"No he conseguido una respuesta precisa", confesó el secretario de Estado, que admitió ante la prensa que no había logrado que Sharon le diera una fecha precisa sobre la duración de la ofensiva militar contra los territorios autónomos palestinos, iniciada hace 15 días, condición indispensable planteada por los palestinos para negociar un alto el fuego. Las respuestas evasivas de Sharon, que aseguró que esperaba "acabar pronto" la operación militar, no lograron enturbiar las esperanzas del enviado de la Casa Blanca, que transmitió a la prensa su certeza de que "encontraremos un medio para llegar a un acuerdo sobre la duración de las operaciones", lo que supondrá reconducir el conflicto hacia "un arreglo político". Las primeras dificultades no amedrentaron a Powell, que ha decidido permanecer en la zona el tiempo necesario hasta convertir su misión en un éxito, a pesar de que su viaje a Oriente Próximo iba a durar poco menos de un día.
Dos horas después, una mujer palestina se suicidaba en el centro de Jerusalén provocando seis muertos y más de cincuenta heridos. El emisario de la Casa Blanca pudo escuchar la explosión cuando viajaba en coche con el ministro israelí de Defensa, Benjamin ben Eliezer. "¿Ve a lo que tenemos que hacer frente?", le dijo Ben Eliezer a Powell. Aunque en un primer momento EE UU aseguró que el atentado no afectaría a la entrevista entre Powell y Arafat, una reflexión posterior llevó a Bush a exigir que el rais palestino condenase el atentado y a afirmar que su reunión con Powell podría estar en el aire. Horas después, Richard Boucher, portavoz del Departamento de Estado, que acompaña a Powell en su gira, confirmaba que hoy no abría entrevista, aunque dejó una puerta abierta a que la haya mañana, domingo. Boucher reiteró la exigencia de Bush sobre que Arafat debe condenar el ataque.
El líder palestino tenía todo preparado para recibir a su huésped en las ruinas de la residencia presidencial de Ramala. La reunión, tal vez sólo pospuesta, sería difícil y el menú infame. El rais había previsto una comida frugal compuesta por pasta acompañada por el inefable humus -puré de garbanzos- y frijoles negros. A última hora de ayer sus asesores políticos y gastronómicos le aconsejaron eliminar de la carta el postre: un dulce de leche y queso tradicional de Nablus.
"Lo que tiene que entender Powell es que no firmaremos nada mientras los tanques estén en Cisjordania. Si quiere imponer algo tendrá que sustituir no sólo a Arafat, si no a todo el pueblo palestino. A pesar de ello, veremos sus propuestas", aseguró uno de los colaboradores de Arafat antes de concocer que la entrevista no se celebrará según lo previsto.
Powell clausuró su primera jornada con un viaje improvisado y simbólico al norte de Israel, en la frontera con Líbano, en la región cercana a las granjas de Chebaa, una zona de permanente conflicto entre las tropas de Israel y la guerrilla fundamentalista libanesa de Hezbolá. Powell lanzaba así una advertencia a Beirut, pero sobre todo a Damasco, para que no osen abrir un segundo frente en el conflicto israelo-palestino.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 13 de abril de 2002