Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
CRÓNICA

Máxima ansiedad

El Madrid sale como favorito en su duelo frente al Barça, que ha recuperado crédito en los últimos días

El fútbol actual se mueve de forma tan vertiginosa que los análisis envejecen en menos de una semana. Tras su victoria en el Camp Nou, se consideró universalmente que el Madrid había dado carpetazo a la eliminatoria por el efecto disuasorio del resultado (0-2) y porque así lo dicta la historia. Ningún equipo ha remontado en las semifinales esa desventaja en campo contrario. Sin embargo, los últimos acontecimientos invitan a pensar que la eliminatoria está viva. El Barça llega al Bernabéu con el recuerdo de su meritorio juego en el encuentro de ida y con el optimismo de los cuatro goles que le marcó al Villarreal. ¿Qué ha hecho el Madrid durante esta semana? Abrir dudas sobre su estado real y generar el temor en su hinchada, que ha pasado de la euforia a la preocupación.

De repente, para el madridismo dos goles no garantizan nada. Hay un clima de desconfianza que se ha disparado después del fiasco de Anoeta. Con algo de perspectiva, el Madrid no juega bien desde hace demasiado tiempo y su gente cree que, si Osasuna y la Real Sociedad son capaces de hacerle tres goles, el Barça dispone de un arsenal suficiente para hacer ruido en Chamartín.

Al Barça le falta Rivaldo, siempre amenazante frente al Madrid, pero ha recuperado la energía contagiosa de Puyol y el trazo de Xavi. Y al fondo aparece gente importante en el fútbol mundial: Kluivert, Overmars, Luis Enrique, a los que se añade Saviola, deseoso de redimirse tras su mediocre actuación en el primer partido. Hay jugadores y necesidad en el Barça, que probablemente tratará de descoser el partido, de agitarlo para que lo impensable sea posible, de poner al Madrid ante la evidencia de sus viejas carencias defensivas. No tendrá más remedio que lanzarse a la aventura porque el duelo trasciende la vieja mística de todo Madrid-Barça, porque el Barcelona no ha ganado nada en los dos últimos años y porque hay un cierto aire levantisco en el club.

Este sospechoso Madrid confía más que nada en su marcial comportamiento en la Copa de Europa, en la que se maneja con la propiedad que, por ejemplo, le falta en la Liga. Incluso en sus peores actuaciones, y la del Camp Nou fue una de ellas a pesar del resultado, el equipo funciona con un aura de confianza que le hace invulnerable. Su recorrido por la Liga de Campeones en los últimos años ha sido espectacular: dos títulos desde 1998 y un altísimo porcentaje de partidos ganados. Si llega a la final, estará en disposición de proclamar algo parecido a una hegemonía. Y lo extraño es que se trata de un equipo en perpetuo movimiento. Poco tuvo que ver el Madrid campeón de 1998 con el que ganó el título dos años después, y tampoco hay demasiada relación con éste.

Si el Barça se siente exigido por el resultado y por su decadente ciclo, el Madrid también se ve sometido a la máxima ansiedad. En el año de su centenario, la derrota en la final de la Copa provocó una frustración que ahora rebrota por el deficiente papel en la Liga, en la que el equipo ha encontrado cualquier excusa para dimitir. Lo hizo en el arranque del campeonato -el peor en la historia del club- y lo ha repetido en las últimas jornadas, en las que ha recibido goles a mansalva frente a equipos en situación crítica. Así que ahora se mira al Madrid con lupa, obligado a jugarse la temporada en la Copa de Europa. Es decir, como el Barça, con su misma angustia, pero con la ventaja del excelente resultado que consiguió en el encuentro de ida. Hay partido, en definitiva. Uno doblemente grande, porque es el Madrid-Barça de toda la vida y porque esto es la Copa de Europa.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 1 de mayo de 2002