"La tensión está asegurada", dijo Jorge Valdano, en la tertulia de Radio Marca. Eran las 16.50 horas y el director general del Madrid hablaba por teléfono con el vicepresidente del Barça Gabriel Masfurrol, sentado en un estudio móvil, junto al Bernabéu. Valdano quería decirle que su equipo no se distraería, a pesar de contar con la ventaja de la ida (0-2). Masfurrol le comentó que se estaba fumando un Davidoff, tranquilamente, después de la comida de confraternización de las directivas: "Florentino me ha regalado un puro...". La charla se rompió. Un temblor de tierra sacudió el barrio de Chamartín. Fue la bomba. La onda expansiva, dijeron fuentes del Madrid, provocó la caída de algunos trofeos en el museo del Bernabéu.
Las conexiones radiofónicas se cortaron y de la Torre Europa, en plena plaza de Lima, se levantó una densa humareda. El olor a quemado impregnó todo. La policía cortó la Castellana y levantó un cerco. Y a los diez minutos, un grupo de unos cien hinchas madridistas de ultraderecha se plantó en la confluencia de Concha Espina y el Paseo de la Castellana, envuelto en parafernalia militar, banderas de guerra y camisetas de los skin heads. Protestaron contra ETA, cantaron el Cara al Sol, golpearon a un joven negro al grito de "¡Ku Klux Klan!" y mandaron al hospital a un fotógrafo de prensa tras provocarle lo que el Samur calificó de "politraumatismo". Todo al ritmo de las sirenas, que iban y venían del lugar de la explosión.
"Yo me vuelvo a mi casa", decía un aficionado del Madrid, de unos sesenta años; "estaba aquí en el momento de la explosión y casi se me sale el corazón por la boca". El desconcierto de los seguidores madridistas era un hecho a tres horas del comienzo del choque. El trauma fue tan grande que las disputas dialécticas de la última semana, entre Gaspart y Di Stéfano, parecían una banalidad. En este sentido, el almuerzo entre las directivas se contagió del silencio tenso que separó al presidente azulgrana, Joan Gaspart, del presidente de honor madridista, Alfredo di Stéfano. Las acusaciones de Gaspart, que dijo que las cinco Copas de Europa que había ganado el Madrid con Di Stéfano se obtuvieron de modo fraudulento, molestaron mucho a la vieja estrella. "Gaspart tiene mal de Alzheimer", le contestó Di Stéfano. Al llegar al restaurante de la reunión, Gaspart fue recibido por gente que se intentó burlar de él: como en Barcelona, hace una semana, le quisieron colgar una bufanda del Madrid al cuello. Un gesto airado saldó el incidente.
El partido se jugó tras el visto bueno del Ministerio del Interior y el deseo expreso de la directiva del Barcelona, que quiso seguir adelante cuando la UEFA le propuso posponer la fecha. Previamente, los responsables de ambos clubes mantuvieron una reunión de emergencia para resolver si se jugaba la semifinal, y en qué condiciones. Javier García, el jefe de seguridad del Barça, reconoció que seguir adelante era un mal necesario: "Éstas no son las condiciones idóneas para disputar un partido de fútbol".
Y así se llenó el Bernabéu, con una hinchada cargada de adrenalina que elevó el nivel de ruido habitual. Y de miedo, porque otra vez las bengalas hicieron acto de presencia en un estadio. La más peligrosa fue lanzada desde el sector azulgrana del campo, en el tercer anfiteatro, y cayó en el primero, donde estaban los madridistas. Cuatro aficionados radicales del Barcelona fueron retenidos en una comisaría madrileña y están pendientes de prestar declaración por ese lanzamiento.
Concluido el partido, los seguidores violentos del Madrid volvieron a hacer de las suyas. Y al grito de "a por ellos" trataron de seguir con sus agresiones e incidentes. La policía tuvo que efectuar varias cargas para reducirles.
Si la Cibeles es un problema, el alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, quiso acabar con esa espina de raíz, según informa Daniel Borasteros. Tan desde la base, que no se le ocurrió mejor solución para controlar al gentío en un día de pánico y preservar a la diosa del entusiasmo de los seguidores blancos que cortar todos los accesos al monumento. La Castellana, cerrada. Serrano, cerrada. Génova, cerrada. Y en la plaza, al abrigo de las luces de la Casa de América y del Banco de España más de veinte furgones de la Policía Nacional con sus correspondientes agentes antidisturbios cerrando un abanico de defensa numantina. Sin embargo, la alegría madridista por la victoria, encontró arterias por las que hacer circular su sangre alvorotada. Los coches, como siempre, pitaban. Las banderas de España y del club blanco ondeaban y la muchedumbre, cantarina y saltarina, fue bajando a pie hacia su santuario predilecto. Cerca de tres mil personas se congregaron en su punto de celebración preferido, entre ellos unos cuantos muchachos con el rostro cubierto hasta los ojos por sus bufandas.
Las entradas de Glasgow
Sólo los socios, tanto abonados como no abonados, del Madrid podrán adquirir, informó Efe, entradas para la final de la Copa del Europa. Cada socio podrá pedir una sola entrada. En caso de que el número de entradas solicitadas fuese mayor que el número de entradas disponibles (12.500) se celebraría un sorteo ante notario para asignar las mismas entre los socios solicitantes. Los socios que deseen acudir juntos al partido deberán realizar su petición de manera conjunta, hasta un máximo de seis socios por solicitud. Para realizar la misma, deberá aportarse el número de socio y el DNI (salvo los menores de 14 años) de cada uno de los socios incluidos en ella. Todas las solicitudes deberán hacerse necesariamente a través del teléfono 902 011 552, desde las 9:00 horas del jueves dos de mayo hasta las 15:00 horas del lunes seis de mayo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 2 de mayo de 2002