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Reportaje:FÚTBOL | La fiesta madridista

El Madrid pasea su novena

Cientos de miles de personas vitorean a los campeones de Europa por las calles de la capital

Del íntimo recibimiento de Barajas a la apoteosis del Bernabéu. Durante seis horas, el Madrid se dio ayer su particular baño de gloria, con la ciudad literalmente colapsada para rendir honores a los héroes de la novena Copa de Europa, al grupo de futbolistas que se trajo de Glasgow el trofeo más preciado y más madridista que se conoce. Cientos de miles de personas contemplaron el paseo triunfal que los jugadores, enfundados muchos de ellos en camisetas conmemorativas, se dieron por la capital, mientras miles de conductores quedaron atrapados al paso del autobús descapotable que transportaba en su piso superior al equipo blanco.

Pero no todos los aficionados que esperaban la llegada de la expedición tuvieron suerte. Decenas de ellos se acercaron a la terminal internacional de Barajas y se fueron de allí como habían llegado: sin ver a Raúl, a Zidane, a Figo. Por seguridad y por orden de la autoridad gubernativa, ante la llegada de distintos mandatarios a la Cumbre Europea e Iberoamericana, el Madrid salió del aeropuerto por la puerta de atrás. "Nuestra intención no era ésa, pero no ha habido otro remedio", explicó Florentino Pérez, el presidente del club.

Así, el principio de la apoteosis se produjo casi en la intimidad. Al Madrid le recibieron en la escalerilla las fuerzas de seguridad. Del avión descendieron los dos capitanes, Hierro y Raúl, que portaban el trofeo. Tras ellos, en un segundo plano, los otros dos capitanes, Guti y Roberto Carlos, junto a Vicente del Bosque y el presidente de honor, Alfredo di Stéfano. Posteriormente se dirigieron hacia el autobús descapotable, adornado con los colores del club, con una reproducción de la Copa de Europa, que les llevó por las calles de Madrid, entre el alboroto general, y que les depositó una hora después en la sede de la Comunidad, primera de las paradas previstas.

Cerca de 5.000 aficionados esperaban en la Puerta del Sol. Justamente cuando comenzaron a sonar las notas del We are the champions, la plantilla, siempre con Hierro y Raúl a la cabeza, mostró la copa a los allí presentes. Se echó en falta en aquel balcón a Del Bosque, que fue instado por su presidente a que levantara el trofeo, mientras Raúl y Salgado comenzaban a entonar el Cumpleaños feliz por aquello de los 100 años del club. Ya en el interior del edificio, Alberto Ruiz Gallardón, el presidente de la Comunidad, regaló insignias, recibió una pequeña reproducción del trofeo y dijo: "Quiero daros la gracias no sólo por los 97 minutos del partido de ayer, sino por todo el año. Cuando no alcanzásteis vuestros objetivos también demostrásteis una enorme elegancia. Era inimaginable que en mi presidencia os recibiera tres veces y no estoy dispuesto a dejarla hasta que traigáis la décima".

Instantes después, la caravana se dirigió a la plaza de la Villa, donde esperaba otro nutrido grupo de aficionados. Se repitió allí el ritual, pero no todos los jugadores aceptaron salir al balcón. Figo, por ejemplo. Florentino Pérez se acercó a él y le dijo que saliera. El portugués se negó. Míchel Salgado y Guti hicieron lo propio, pero Figo no varió su postura. En un momento dado, el público comenzó a corear su nombre. Y el alcalde, José María Álvarez del Manzano, se fue a por el jugador. Pero tampoco tuvo éxito.

Se produjo luego la ofrenda a la Almudena en la Catedral. Por primera vez los jugadores entraron por la puerta principal y allí les esperaban señoras sorprendidas, porque no había misa de siete, y monaguillos con la camiseta del Madrid. El cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco, les dio la bienvenida y dijo que no podía pedir el milagro a la Virgen de que el equipo fuera campeón todos los años, pero sí su intercesión para que se repitiera la visita. Hierro y Raúl subieron a ofrecer la copa a la Virgen y los jugadores, tras besar el manto, también firmaron autógrafos a algún sacerdote.

Todo fue el anticipo de los momentos más esperados, la llegada a la Cibeles y al Bernabéu. Decenas de miles de personas vieron cómo Raúl se subía a la estatua de la diosa, a la que colocaba una bufanda. Eso era, de nuevo, como cada año, lo solicitado por el Ayuntamiento, pero la petición fue desoída y varios compañeros imitaron a Raúl. Fue el penúltimo baño de masas, porque en el Bernabéu aguardaban 85.000 aficionados que enloquecieron con la llegada de sus héroes.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 17 de mayo de 2002