Viña Tondonia cumple 125 años, recorridos a través de tres siglos y manteniéndose como una de las firmas imprescindibles al referirse a los vinos de Rioja. Y celebra su aniversario con la conservación de sus señas de identidad, que se vinculan con la artesanía y una concepción del tiempo ajena a la velocidad contemporánea y se resuelven en la elaboración de unos caldos clásicos. El propio diseño de su etiqueta da fe del componente tradicional de la marca.
Como señala la inscripción, el visitante se encuentra ante una bodega que elabora 'vinos finos de Rioja' (en estos tiempos de la alta expresión), que tienen todos una vinculación común, señalada en el sufijo '-onia'. Los orígenes de esta peculiar nómina que incluye a Viña Gravonia, Viña Zaconia o Viña Bosconia hay que rastrearlos en la costumbre francesa de vincular el vino a una parcela determinada, hoy tan de moda en los denominados vinos de 'pago'.
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Casi con seguridad, esta forma de denominar a sus caldos le llegó a Rafael López de Heredia, el fundador de la bodega, de su relación primera con inversores franceses. Pronto, este visionario, con una capacidad de trabajo fuera de serie, se puso al frente de todo el negocio. Corría el cambio de siglo. Ya en 1913, compra Viña Tondonia, la propiedad que daría fama a la bodega, hasta el punto de que se integraría en el nombre de la empresa tras el del fundador. Era un conjunto de viñedos, que fundió en uno solo, situado en la concha del río Ebro, en uno de los parajes más atractivos de Haro.
De aquellas cepas surgió la leyenda, creada en una bodega que todavía hoy se conserva tal y como la diseñó el patriarca. Entrar en sus oficinas supone un salto en el tiempo que sólo ha conservado la memoria cinematográfica y literaria. La presencia de modernos aparatos de teléfono y de ordenadores sitúan al visitante en un agradable anacronismo.
Algo parecido ocurre en el interior de la bodega. No se espere encontrar depósitos de hormigón o acero inoxidable. El laberinto de oscuros pasillos sólo le ha brindado una concesión a la modernidad: la luz eléctrica. El resto permanece, con las necesarias reparaciones de las barricas y tinos de madera, tal y como lo diseñaron los fundadores.
Es el secreto de los vinos de esta firma: la barrica veterana donde madura el vino durante años (hasta cuatro en el caso del Tondonia reserva) para alcanzar esa finura que define a la casa. Una trasiega anual y el clarificado final con clara de huevo completan el proceso de envejecimiento. La metáfora visual se encuentra en las telarañas y el moho que acompañan a barricas y botellero.
El punto final del paseo es el cementerio, donde se albergan las botellas desde 1890. Allí, bajo la luz de una araña eléctrica, se descubren los secretos de esta firma más que centenaria que ha celebrado su aniversario con la recuperación del pabellón que presentó en la Exposición Universal de Bruselas de 1910. La instalación en madera, de estilo modernista, ha sido recuperada y se ha ubicado al aire libre bajo una estructura diseñada por la arquitecta iraquí, residente en Londres, Zaha Hadid.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 18 de mayo de 2002