La imagen distendida que Juan Carlos Ferrero ofreció en su conferencia de prensa distó mucho de la que había mostrado sólo unas horas antes, en su partido frente al argentino Gaston Gaudio. A pesar de que Gaudio no es más que el 23º jugador de la clasificación mundial, es un rival que no le gusta al de Ontinyent. No es que creyera que no podría ganarle, sino todo lo contrario. Cuando saltaron a la pista, Ferrero llevaba una desventaja de 1-3 en sus enfrentamientos anteriores y había perdido ante él las dos veces que habían jugado en tierra batida. "Tenía muchas ganas de vencerle. Y más aún cuando vi en el marcador que Agassi ya se había clasificado", reconoció el español.
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Con estas coordenadas, los octavos de final resultaron la mejor prueba de fuego para Ferrero. El tenista de Ontinyent jugó bajo presión todo el partido y se acercó a sus límites. Pudo ganar el partido en tres mangas, pero luego lo tuvo perdido en la quinta, cuando Gaudio le dominaba por 3-1 y saque. Ni siquiera entonces el valenciano logró jugar bien. Su principal mérito no estuvo esta vez en la precisión de sus golpes, sino en la persistente voluntad que puso en acabar ganando el partido. Al final logró su objetivo. Se impuso por 6-7 (3-7), 6-1, 6-7 (5-7), 6-2, 6-4 en 3 horas y 50 minutos, y se clasificó para los cuartos de final de Roland Garros por tercer año consecutivo.
Su próximo rival será el estadounidense Andre Agassi, que salvó una desventaja de dos mangas a cero antes de eliminar al francés Paul-Henri Mathieu, que entró en el torneo gracias a una invitación. "Nunca me he enfrentado a él y tenía muchas ganas de hacerlo en esta pista central", indicó Ferrero. "Será un partido de bola rápida. Él pega muy fuerte, pero yo intentaré hacerlo un poco más aún. Si le dejas jugar, te coge la iniciativa y te pasas el partido corriendo detrás de la bola".
Jugar bien fue lo que no hizo ayer Ferrero. Olvidados ya los problemas con su tobillo derecho -"no me causa molestias pero seguimos cuidándolo"-, dio la sensación de que, por primera vez este año en París, acusaba la presión. Durante algunos tramos del partido pudo vérsele excesivamente tenso. Tiró incluso la raqueta al suelo con rabia al final de la tercera manga cuando desperdició dos bolas de set y se vio forzado a disputar el segundo desempate. La verdad es que no afrontó aquel juego decisivo de la mejor manera. Su mentalidad no parecía la más adecuada. Y lo acabó perdiendo y viéndose dominado por dos mangas a una.
"No es que estuviera tan tenso. Sólo fue en algunos momentos", señaló luego Ferrero, que ha alcanzado las semifinales en sus dos apariciones anteriores en Roland Garros. "La verdad es que perdí la primera manga habiendo tenido cinco set-balls, y me volvió a ocurrir lo mismo en la tercera, con dos bolas de set. Tenía la sensación de que habría podido ganar en tres mangas y estar ya en la ducha. Y, en cambio, estaba todavía en la pista y luchando para ganar. No me sentí a gusto con mi tenis, pero cuando eso ocurre hay que seguir adelante y sacar el partido".
Y eso sí que lo hizo. Que ganar no le resultaría fácil quedó patente ya en la manga inicial, cuando desperdició nueve bolas para romper el saque de Gaudio y no lo logró. Todavía precisó de dos más para anotarse el primer break. Y luego, Gaudio pareció asumir la táctica de tomarse un descanso en la segunda y en la cuarta manga, esperando resolver en la quinta. "Noté calambres en los primeros juegos de la cuarta", señaló el argentino, campeón esta temporada en Barcelona y en Mallorca de forma seguida. "Podía correr, pero me molestaba para sacar. Y sin saque era muy difícil ganar a Ferrero".
Sin embargo, Gaudio tuvo el triunfo en la mano cuando se colocó con 3-1 en el quinto y decisivo set y dispuso de servicio. Allí soltó una frase lapidaria dirigida a su entrenador: "¡No puedo ganar!". Y de pronto, no ganó ni un punto en los próximos tres juegos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 4 de junio de 2002