El día estaba gris e incluso cayó un fuerte chubasco. Pero para el español Albert Costa brilló un sol interior que llenó la central de Roland Garros de luz y de color. Daba lo mismo que el tono general fuera más bien oscuro y que las nubes impidieran el calor de los rayos solares. A sus 26 años, el leridano rompió ayer una barrera que le tenía atenazado y se clasificó por primera vez en su vida para las semifinales de un torneo del Grand Slam. Hasta ahora, Costa había alcanzado los cuartos de final en tres ocasiones: Open de Australia 1997, y Roland Garros 1995 y 2000. Pero, por alguna razón, siempre se había encallado en esta ronda. Ayer, sin embargo, rompió sus cadenas y de una forma brillante derrotó al incombustible argentino Guillermo Cañas por 7-5, 3-6, 6-7 (3-7), 6-4 y 6-0 en tres horas y 53 minutos. Se situó en la penúltima ronda de París, donde se enfrentará a Alex Corretja o al rumano Andrei Pavel que no pudieron concluir su partido por falta de luz. El catalán vencía por 7-6 (7-5), 7-5, 4-5 y saque de Àlex tras 3 horas y 12 minutos.
Puede que algunos aficionados valoren más su victoria sobre el brasileño Gustavo Kuerten, triple campeón en Roland Garros, que la de ayer frente a Cañas, decimoséptimo jugador mundial. Comparando el palmarés de uno y otro rival no hay color. Kuerten ha sido número uno del mundo, ha ganado 16 torneos y es el último rey de París. Cañas, en cambio, no había pasado hasta ahora de los octavos de final de un Grand Slam y sólo tiene dos torneos en su palmarés: Casablanca (2001) y Chenai (2002). Sin embargo, en este Roland Garros los papeles se habían invertido. Cañas parecía imbatible. Sus victorias sobre Carlos Moyà y Lleyton Hewitt fueron incluso cuestionadas en los círculos tenísticos, porque el despliegue de fortaleza física que utilizó durante los dos encuentros era casi inhumano. Resultaba difícil comprender que Cañas ganara a dos jugadores de tanto nivel y que habían jugado partidos memorables.
Dimensión enorme
Por eso, la victoria de Albert Costa adquiere una dimensión enorme. Y, además, porque el partido resultó de una calidad increíble, y concluyó con una exhibición del leridano tanto física, como tenística y de fortaleza mental, la asignatura en la que más déficit tenía. Cañas nunca se rindió y no comenzó a dar síntomas de agotamiento hasta que Albert Costa logró arrebatarle la ventaja que le llevaba en la cuarta manga, que podía ser decisiva. Entonces, sí. Entonces Cañas, que estaba dominando el partido por dos mangas a una y 4-2, descubrió que las 17 horas de tenis en cinco días que llevaban acumuladas sus piernas comenzaban a pasarle factura. Y su cabeza dejó de funcionar como una computadora y permitió que aparecieran las primeras dudas.
"Con 4-2 abajo en el cuarto comencé a pensar de todo", confesó Costa. "Pero sabía que era imposible que continuara con tantos aciertos. Seguí luchando. Y él bajó". Pero para que eso ocurriera fue necesario que Costa modificara algunos aspectos de su juego. "Cuando él me ganaba era porque yo no daba lo mejor de mí. Vi que debía levantarle un poco la bola , romperle el ritmo y atacarle más a menudo en la red", agregó. La táctica resultó la adecuada, porque no sólo lanzó a Costa hacia la victoria sino que hundió a Cañas en la miseria. La mentalidad del argentino, tan sólida y fuerte en sus dos partidos anteriores, acabó resquebrajada. "Mi problema no fue físico, sino de cabeza. Ahí sí que me he roto", confesó Cañas.
Cambio positivo
Costa, en cambio, constató a lo largo de todo el partido su cambio a la hora de afrontar las dificultades. Las encara de una manera mucho más positiva, con una convicción en la victoria de la que carecía. Sólo dudó un momento cuando Cañas tuvo una bola de 4-0 en la tercera manga. Pero luego no le importó que el partido se suspendiera con 5-5 en aquella misma manga, justo cuando Cañas parecía tocado tras sufrir una caída, ni ir por debajo en el marcador en la cuarta. Todo aquello resultaba superficial ahora, cuando antes acababa siendo decisivo. "Algunas veces me preguntaba por qué yo no había estado en unas semifinales del Grand Slam como Moyà, Corretja o Mantilla", confesó Costa. "Pero siempre pensé que lo más importante era seguir luchando, seguir insistiendo. Y ahora ha llegado".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 5 de junio de 2002