Nadie la esperaba allí, pero la argentina Clarisa Fernández se clasificó ayer para las semifinales femeninas de Roland Garros. Lo hizo sin grandes golpes pero con mucha inteligencia. Ella no es una tenista capaz de desbordar con su drive o su revés a sus rivales pero, en cambio, domina la estrategia del juego y saca un rendimiento del 100% a las posibilidades de su juego. Algunos periodistas argentinos confiesan que sus expectativas no eran verla más lejos de la segunda ronda. Sin embargo, no se frenó allí. Al contrario.
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Ya en la tercera ronda ofreció una de las sorpresas más importantes del torneo al eliminar a la belga Kim Clijsters, cuarta cabeza de serie y finalista el año pasado. En octavos derrotó a la rusa Elena Dementieva, 15ª mundial, y ayer en los cuartos de final se impuso a su compatriota Paola Suárez por 2-6, 7-6 (7-5), 6-1.
Parece dificil que pueda avanzar más. Su próxima rival será la estadounidense Venus Williams, segunda cabeza de serie, que ayer venció a su compatriota Monica Seles sin grandes dificultades.
El camino de Fernández puede cerrarse mañana. Pero, a pesar de que comenzó a jugar al tenis a los 15 años y de que éste es su primer Roland Garros, continúa creyendo en sí misma: "Siento que puedo ganar a cualquier rival", confesó ayer con un desparpajo tremendo. La realidad es que quien más y quien menos se acuerda ya de que sólo Gabriela Sabatini, aquella tenista voló mucho más lejos.
En la otra semifinal, nada sorprendente: más EEUU. Jennifer Capriati jugará ante Serena Williams. Parece un partido ya clásico en los últimos tiempos. La potencia de Serena está haciendo estragos continuamente y Jennifer está siendo su víctima más ilustre y habitual. La revancha está servida en un auténtico choque de trenes.
La lástima es que el color femenino español se haya difuminado tanto en esta tierra batida que vivió glorias antaño.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 5 de junio de 2002