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Crónica:Open de Estados Unidos | GOLF

Woods domina el duelo

El final se aplazó cuando Sergio García se había alejado del americano

Cuando Sergio García y Tiger Woods estaban terminando de jugar el hoyo 11º, sonó la sirena que anuncia la proximidad de una tormenta. En Manhattan lucía el sol, pero unos kilómetros más hacia el este, en el campo negro del parque de Bethpage, en Long Island, el cielo fue repentinamente negro. El juego fue suspendido: con un palo en la mano, un golfista es un pararrayos humano. No le llegó en mal momento la suspensión al jugador español, que estaba viviendo una de sus mayores aspiraciones como deportista: jugar la ronda final de un grande en el último partido, el de los mejores, y, además, por si no fuera poco, en un mano a mano con Tiger Woods. Después de tres bogeys (hoyos tres, siete y nueve), y a falta de ocho hoyos, el jugador de Castellón (+2) marchaba a seis golpes de Tiger Woods (-4), quien se dirigía, a velocidad de crucero hacia la conquista de su segundo Open de Estados Unidos, el octavo grande de su carrera, el segundo grande de la temporada (ya ganó el Masters, su tercer Masters, en abril), camino (en el 50%) de convertirse en el primer golfista de la historia que logra el verdero Grand Slam, hazaña que completará si al Open de Estados Unidos suma en julio el Open británico y en agosto el Campeonato de la PGA.

El día, sin embargo, había empezado fatal para Woods, perdido en los greens. Bogey en los dos primeros hoyos después de llegar al green en dos golpes. Pero falló con el putter. Seis putts en dos hoyos. Ni Tiger Woods recuerda cuándo fue la última vez que pasó por ese trago. Así, sin mayor esfuerzo que conseguir el par en el estrecho, largo y ventoso campo de Bethpage, Sergio García se encontró, en el tercer hoyo a sólo dos golpes de Woods. Pero mientras Woods se recuperó (birdie en el siete), García reculó. Entre Woods y el español, que era cuarto, figuraban los norteamericanos Phil Mickelson (-1, a tres golpes de Woods) y Jeff Maggert (+1).

Y sin embargo, el día debería haber sido el de Sergio García, que siempre había soñado con él. Hace tres años, después de un caluroso 15 de agosto en Medinah (Illinois), junto a Chicago, parecía que el futuro del golf estaría hecho de repetidos enfrentamientos directos, de manos a manos en los que, olvidándose del resto de golfistas, se jugarían la suerte y la victoria en todos los torneos grandes. Una verdadera rivalidad ha nacido, escribieron, optimistas, todos los periodistas, nostálgicos de los años en que a Jack Nicklaus le disputaban la gloria primero Arnold Palmer y después Tom Watson, y luego Seve Ballesteros.

Pero después de aquel día en el que Tiger Woods, pese a todo y por sólo un golpe, ganó su segundo grande (el campeonato de la PGA) antes de cumplir los 24 años, sus caminos no se habían vuelto a cruzar. Tiger Woods siguió ganando grandes (cinco más, incluido una especie de Grand Slam propio: cuatro seguidos en dos años, 2000 y 2001) y Sergio García continuó intentándolo. Sus caminos no se cruzaron pese a que el español también tuvo su oportunidad de ganar algún grande, como hace un año, en el mismo Open de Estados Unidos, cuando salió a un golpe del líder, Stewart Cink la última jornada, pero se despendoló, actuó demasiado agresivo, y acabó a siete golpes del primero. Hasta ayer. Han pasado tres años, pero por fin Sergio García tuvo su oportunidad.

"Es lo que he estado esperando todo el tiempo", dijo el sábado Sergio García. "Parecía que nunca llegaría esto, un domingo con Tiger. Siempre parecía que iba a fallar un putt, o hacer un bogey en el hoyo 18º, y siempre me quedaba con las ganas. Pero por fin he hecho el putt en el 18º y aquí estoy, ansioso de jugar, pase lo que pase. Si hago un buen partido y gano, perfecto, y si gana él jugando bien, perfecto. Y si hago 150 golpes no me importará: simplemente voy a disfrutar del momento, voy a divertirme todo lo que pueda. Y ya veremos".

El PGA de 1999

Tiger Woods ganó el Campeonato de la PGA de 1999 por un golpe, pero Sergio García, aquel chaval de 19 años, se ganó el corazón de América. "Ser-gio, Ser-gio", coreaban los espectadores en la tribuna del 18º. El Tigre, el ganador, no era su ídolo. El español le había sustituido. "Parece que me quieren", dijo García. "Siempre dije que quería ser el número uno, así que sabía que sería un rival para Woods".

Tres años después las condiciones han cambiado. Quizás demasiado. Tiger Woods, que maduró y se hizo respetar por todo el mundo, ya es el ídolo universal. Y Sergio García, sobre todo después de los sucesos de esta semana, sus quejas, su dedo corazón, es el villano. El malo (para parte de la afición) que intentaba lo imposible: nadie ha podido evitar que Tiger Woods ganara un grande remontando en la última jornada (en los siete que ha ganado llegó líder al carto día).

Woods se ha impuesto en seis de los últimos 10 grandes. Pero García salió creyendo en sus posibilidades. "Me intimidan más los cuatro golpes de ventaja que Tiger Woods", dijo. "Cuatro golpes pueden ser muchos, porque además Woods está jugando muy bien, pero si soy capaz de empezar bien y de ponerle presión, nunca sabes lo que puede pasar. Pero no, no me siento intimidado por él en absoluto".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 17 de junio de 2002