Cuestionado cada vez más intensamente por su propio comportamiento empresarial del pasado, George W. Bush viajará hoy a Wall Street para usar la Bolsa de Nueva York como púlpito de sus propuestas contra el fraude corporativo. Bush quiere que todo directivo acusado de manipular el más mínimo resultado trimestral acabe condenado a penas de cárcel, no sólo a multas que puedan ser ridículas comparadas con ciertas fortunas personales. Pero Bush y otros miembros de su Gobierno se enfrentan al mismo tiempo a la investigación de algunos aspectos turbios de sus biografías empresariales.
MÁS INFORMACIÓN
- Negocios:: El cerco a los auditores
- Foro:: La crisis de los mercados
- ¿Por qué no investiga a fondo la autoridad financiera?
- El Senado de EE UU responsabiliza al consejo de Enron de la quiebra
- Las bolsas vuelven a caer por el temor a nuevos escándalos empresariales
- El vicepresidente Cheney, acusado de cometer fraude en su etapa de empresario
- El Senado endurece las sanciones contra el fraude empresarial
- Bush recibió en los ochenta unos créditos privilegiados que ahora quiere prohibir
- La Cámara de Representantes expulsa a uno de sus miembros por segunda vez en la historia
- AOL Time Warner admite que 'infló' su cifra de negocio con 49 millones de más
- AOL Time Warner admite que infló sus cuentas 50 millones de euros
El discurso que hoy pronuncia Bush en la Bolsa de Nueva York endurece los planteamientos que ya expresó después de la explosión del caso Enron. Anoche, en una rueda de prensa, adelantó lo que ya se había filtrado: su intención de castigar con mayor severidad a los ejecutivos de compañías implicadas en manipulaciones contables y dotar de más medios al brazo investigador de la Comisión del Mercado de Valores (SEC). No confirmó si pedirá penas de cárcel para los directivos en lugar de multas o sanciones, pero adelantó que su intervención de hoy incluirá medidas para "castigar a los culpables y perseguir con tesón a la gente que incumple las leyes".
Hay un contraste extraño entre lo que Bush propone ahora y lo que Bush hacía antes de ser político. Está en duda su actuación cuando estaba al frente de Harken Energy Corporation, una empresa petrolera de Tejas de la que vendió acciones sin cumplir la norma que le obligaba a desvelar la operación. Se embolsó casi un millón de dólares; se sabe que algunas de las operaciones se realizaron justo antes de que las acciones de la empresa cayeran en picado al publicarse los datos negativos de un trimestre. Las acciones que Bush había vendido a 4 dólares se cotizaban después a menos de 1. Bush no lo negó ayer, pero recordó que meses después las acciones valían el doble del precio por el que él las vendió.
La SEC investigó sus operaciones y encontró varias irregularidades, pero archivó el caso; algunos recuerdan que eso pasó, no por casualidad, cuando su padre era presidente de EE UU.
Bush repitió ayer en varias ocasiones que este episodio de su vida empresarial "es un viejo juego político, material reciclado" que ya se ha usado contra él en varias campañas electorales. Según él, la SEC cerró la investigación porque "comprobó que no se sostenía. Nada puede cambiar un hecho: que esto ya se investigó", dijo Bush en defensa propia. Asegura que él rellenó el formulario de notificación de las operaciones bursátiles y que todavía no entiende por qué sus abogados no lo presentaron.
Más oscuro es el caso que afecta al vicepresidente, Dick Cheney. La SEC tiene en marcha una investigación sobre extrañas prácticas contables en la compañía Hallibuton. Las alteraciones ocurrieron entre 1995 y 2000, es decir, cuando Cheney estaba al frente de la empresa.
Regulación ética
Bush ha recibido críticas constantes del Partido Demócrata por la poca dureza política que ha mostrado y por la falta de acciones concretas que permitan levantar la confianza de los inversores. Su Secretario del Tesoro, Paul O'Neill, era partidario de una posición oficial más severa y fue, de hecho, el primero que habló de penas de cárcel para empresarios corruptos.
Cuando Bush llegó a la Casa Blanca -como primer presidente con un máster en estudios empresariales- impuso una regulación ética para los miembros de su Gobierno que les obligaba a desprenderse de cualquier inversión que pudiera lejanamente interpretarse como un conflicto de intereses con los cargos de la administración. Entre otros, el Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, tuvo que deshacerse de 90 millones de dólares en acciones para ajustarse a esa norma de comportamiento, algo que personalmente no compartía. Los dueños de las grandes fortunas en el Gobierno de Bush hicieron lo mismo, especialmente el vicepresidente Cheney, que en el año anterior a ocupar ese cargo ganaba 40 millones de dólares.
El paso del tiempo ha hecho florecer dudas que se refieren no al comportamiento de los miembros del Gobierno desde su llegada a la Casa Blanca, sino en años y décadas anteriores. Las irregularidades se suman, además, a un hecho político de gran peso: el apoyo que las grandes corporaciones (incluida Enron) han prestado a Bush en sus campañas electorales.
Hoy Bush endurecerá su discurso ante decenas de directivos y agentes de bolsa. El desastre de WorldCom y otras compañías han inclinado al presidente a predicar un mensaje más riguroso contra unas prácticas empresariales que cada vez parecen más extendidas.
[Dos antiguos directivos de WolrdCom citados a comparecer ayer ante una comisión de investigación en la Cámara de Representantes se negaron a declarar acogiéndose a su derecho a no testificar en su contra. Antes, culparon a la empresa auditora, Arthur Andersen, de las irregularidades.]
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 9 de julio de 2002