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REPORTAJE

Operación Romeo Sierra

El islote de Perejil fue asaltado por un grupo de operaciones del Ejército a bordo de siete helicópteros y desalojado de sus seis ocupantes marroquíes en una hora y sin disparar un solo tiro

El pasado viernes, apenas 24 horas después de la ocupación del islote de Perejil por un destacamento marroquí, el Estado Mayor del Ejército de Tierra ordenó que fueran armados con ametralladoras un grupo de helicópteros ligeros polivalentes UH-10.

Se iniciaban así los preparativos de la Operación Romeo Sierra. Nadie ha dado una explicación oficial sobre por qué se eligió ese nombre y a qué palabras corresponden las siglas R y S en la nomenclatura militar.

El dispositivo se puso en marcha a las cuatro de la madrugada desde la base de Morón

El mayor peligro fue el golpe accidental de una piedra contra las aspas de un helicóptero

Según la versión políticamente correcta, dichas letras significarían Restablecimiento del Statu quo en el disputado islote, objetivo declarado del Gobierno español en esta crisis. Para muchos militares, quieren decir Recuperación de la Soberanía, una denominación que cuadra mejor con el gesto de plantar la bandera española en la cima del promontorio rocoso, con el que culminó la operación militar a las 7,30 de ayer.

Doce horas antes, a las ocho de la tarde del martes, los militares destinados en las unidades implicadas se pusieron en marcha. No se ha precisado a qué hora ordenó ejecutar el asalto a Perejil el presidente José María Aznar, pero tuvo que ser antes o muy poco después de que, entre las 18 y las 19, el Congreso aprobase casi por unanumidad una moción de respaldo al Gobierno en la crisis con Marruecos.

Durante el fin de semana, la Armada había ido acumulando un espectacular dispositivo naval en aguas próximas a las posesiones españolas del norte de África: las fragatas Navarra y Numancia; las corbetas Infanta Elena y Cazadora y el submarino Tramontana.

Desde el punto de vista operativo, la última pieza para encajar el puzle la facilitó el buque de asalto anfibio Castilla, que zarpó el miércoles por la tarde desde Rota (Cádiz), con la fragata Baleares como escolta. A bordo viajaba el contralmirante Jesús María Bringas Andújar, jefe del grupo de proyección de la Flota, que actuó como responsable del puesto de mando avanzado en el teatro de operaciones, con la misión de coordinar las acciones navales, terrestres y aéreas.

El ministro de Defensa, Federico Trillo-Figueroa, aludió ayer al establecimiento de garitas metálicas, en vez de tiendas de campaña (un alojamiento más estable para la guarnición marroquí), y a la organización por Rabat de una visita a Perejil de periodistas internacionales como elementos que desencadenaron la intervención, ya que ponían de manifiesto la nula voluntad de atender a las demandas españolas de que desalojase el islote.

Desde el punto de vista operativo, pesaron más otras razones. Los aviones Cessna de reconocimiento fotográfico del Ejército del Aire y el helicóptero Seahawk de la fragata Numancia, que el martes sobrevoló el islote, habían confirmado el relevo de los 12 gendarmes marroquíes acampados desde que el jueves por sólo, aparentemente, seis militares de la Marina Real, procedentes de Alhucemas. Demorar el asalto suponía arriesgarse a que Rabat reforzara el destacamento y perder el ya casi inexistente factor sorpresa, según fuentes militares.

Pese a ello, como reconoció el ministro Trillo-Figueroa, cuando los militares españoles pusieron pie en el islote, no sabían con seguridad "cuántos efectivos había ni qué armas tenían", ya que Perejil dispone de una cueva con capacidad para hasta 200 personas.

A las cuatro de la madrugada de ayer, el operativo se puso en marcha. Era la hora D. Las dos patrulleras de la Guardia Civil que estaban en las inmediaciones del islote recibieron orden de retirarse. Todos los buques de guerra españoles salieron a la mar y tomaron posiciones: el Castilla en el golfo de Cádiz, con dos fragatas, y las corbetas en la retaguardia, entre Ceuta y Melilla.

El asalto había sido encargado al Grupo de Operaciones Especiales número III, acuartelado en Rabassa. En esta base aliacantina se han concentrado todas las unidades de boinas verdes del Ejército de Tierra, entre ellas el GOE IV de Barcelona y la Bandera de Operaciones Especiales (BOEL) de la Legión, trasladada desde Ronda (Málaga), lo que supone la definitiva consolidación del Mando de Operaciones Especiales (MOE), creado en 1997.

El Estado Mayor Conjunto eligió la base aérea de Morón de la Frontera (Sevilla), de uso compartido con Estados Unidos, como centro para lanzar la operación. Se encuentra a 130 kilómetros en línea recta de Perejil y resulta más discreta que la base de Rota (Cádiz), desde donde la salida de los helicópteros podría haber sido más fácilmente detectada.

En Morón se concentraron el miércoles por la noche los 44 boinas verdes que integraban el equipo de asalto y el de apoyo y desde allí despegaron los cuatro helicópteros de transporte medio. Se les unieron otros tres HU-10 polivalentes, dos de ellos armados con ametralladoras de 12,70 milímteros de calibre, aunque no con misiles, y uno con megáfonos, procedentes de la base de las Fuerzas Aeromóviles del Ejército de Tierra en El Copero (Sevilla).

En total, intervinieron en la operación siete helicópteros y no cinco, como por error dijo el ministro de Defensa en el Congreso de los Diputados.

El Instituto Nacional de Meteorología pronosticaba para ayer "levante fuerte, con intervalos de muy fuerte", así como "intervalos nubosos y brumas" en el Estrecho. Según Trillo-Figueroa, en el momento del asalto, soplaba viento de 35 nudos.

Cuando, pasadas las seis, los siete helicópteros aparecieron por la espalda de Algeciras aún no había amanecido. El sol salió sobre Perejil a las 7,04. El vuelo se realizó a oscuras, gracias a las gafas de visión nocturna de los pilotos, pero ya despuntaba la primera claridad del día al vislumbrar Perejil.

Aunque atacar en plena noche supone una ventaja, hacerlo en un terreno desconocido, por más que los mapas y fotografías aéreas se hubiesen analizado al milímetro, habría representado un riesgo añadido. Los militares españoles contaban, además, con que en Marruecos son dos horas menos, por lo que los ocupantes debían estar durmiendo o fatigados tras toda la noche de guardia.

A las 6,21 (cuatro minutos después de la hora H, según las fuentes consultadas), tres Cougar se situaron sobre el islote, inmóviles a escasa distancia del suelo sin llegar a tocarlo, y 28 soldados se descolgaron hasta la cumbre, con un comandante al frente.

El cuarto Cougar era el que mandaba el ataque, mientras que dos HU-10 estuvieron dando vueltas al islote, para proteger a los asaltantes con sus ametralladoras, y el último conminaba con sus megáfonos, en árabe y francés, a los soldados marroquíes para que depusieran las armas.

Algo más de una hora tardaron los boinas verdes en tomar posesión de Perejil e izar la bandera española en su cima, a las 7.30. Armados con fusiles de precisión Accuracy de 7,62 milímetos de calibre, fueron tomando posiciones y rindiendo uno a uno a los ocupantes. Tres de ellos estaban en puestos de vigilancia y los otros tres fueron sorprendidos durmiendo en su recién estrenado alojamiento. La operación resultó "impecable" y "perfecta", en palabras de los responsables del Ministerio de Defensa, quienes ayer trataban de contener su euforia.

La ocupación del islote tenía que resultar "totalmente limpia", según las instrucciones que llevaban los soldados españoles. Las reglas de enfrentamiento (Roes), dictadas por el jefe del Estado Mayor de la Defensa, sólo les autorizaban a usar las armas en defensa propia. Al final, no sólo no hubo que lamentar muertos o heridos -si se exceptúa a un soldado español que se dañó accidentalmente una rodilla-, sino que ni siquiera se disparó un solo tiro. Los marroquíes se rindieron sin oponer ninguna resistencia.

La situación de mayor peligro se produjo cuando uno de los helicópteros, al acercarse demasiado al suelo, resultó alcanzado en las aspas por una piedra disparada por el aire que él mismo levantó, pero no perdió la estabilidad.

Los seis prisioneros, aunque nadie quiso darles ayer este calificativo, fueron entregados hacia las ocho a la Guardia Civil, que los trasladó en una patrullera ligera a Ceuta, donde tuvieron un recibimiento "muy respetuoso" , según Trillo-Figueroa.

Tras recibir una muda de ropa y un desayuno, les examinó un traumatólogo y un dentista y, hacia las 10 de la mañana, fueron entregados a Marruecos en el puesto fronterizo de El Tarahal. También se devolvieron las armas requisadas, que se limitaban a algunos fusiles y pistolas.

A las 8 de la mañana, los boinas verdes ya habían sido relevados por un subgrupo del Tercio de la Legión de Ceuta, con unos 50 militares, que se ha hecho cargo de la defensa del islote. Si la tensión remite, serán sustituidos a medio plazo por guardias civiles, según los planes del Gobierno.

La Operación Romeo Sierra, la primera que acometen las Fuerzas Armadas en defensa de un territorio supuestamente bajo jurisdicción española desde el abandono del Sáhara en 1975, quedará así reconducida a un asunto de orden público. En el fondo, en eso se resume la intervención de ayer: el desalojo de unos okupas que acamparon sin permiso.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 18 de julio de 2002