El Gobierno de EE UU tuvo durante ocho meses en el cajón un plan de ataque contra Al Qaeda, que no fue aplicado por la falta de fluidez en la transición de la Administración de Bill Clinton a la de George W. Bush y fue aprobado sólo una semana antes del 11 de septiembre. Según una investigación del semanario Time, la iniciativa fue elaborada en los últimos días de Bill Clinton en la Casa Blanca y presentada al nuevo Gobierno a principios de 2001. Un portavoz de Bush negó anoche la existencia de este proyecto y dijo que no fue presentado durante la transición.
Según Time, el plan fue obra de Richard Clarke, un funcionario de larga experiencia que había trabajado para la Administración de George Bush padre y que llegó a convertirse en el primer especialista en terrorismo del Gobierno de Clinton. Su iniciativa, sostiene el semanario, se convirtió en una víctima de la transición entre las presidencias de Clinton y Bush, ya que la nueva Administración optó por instituir su "propio proceso de revisión de la política antiterrorista".
Estas propuestas no fueron analizadas seriamente por altos cargos de la Casa Blanca hasta finales de abril de 2001 y pasaron otros cuatro meses abriéndose camino a través de la red burocrática. El plan final -retocado con el objetivo no ya de "hacer retroceder" a Al Qaeda, como decía el proyecto original, sino para "eliminar" a la organización- no recibió el visto bueno de la Casa Blanca hasta el 4 de septiembre, sólo una semana antes de los ataques contra las Torres Gemelas y el Pentágono, que causaron la muerte de 3.000 personas.
Sin embargo, la versión del semario fue negada rotundamente anoche por la Casa Blanca. "La Administración Clinton no presentó ningún plan nuevo y agresivo para acabar con Al Qaeda", dijo, visiblemente irritado, Sean McCormack, portavoz de Bush, que acompañaba al presidente en su estancia de fin de semana en Kennebunkport (Maine). "Nos informaron [durante la transición] de la amenaza que representaba Al Qaeda y de lo que la Administración Clinton estaba haciendo", agregó.
Time señala que mientras el pasado verano aumentaba la preocupación por la inminencia de un posible atentado de gran magnitud, EE UU no tomó la decisión de enviar a Afganistán un avión teledirigido Predator, el mejor instrumento de espionaje disponible para averiguar qué sucedía en los campos de entrenamiento de Osama Bin Laden.
El plan elaborado por Richard Clarke incluía la destrucción de todas las células de Al Qaeda y la detención de sus integrantes, un ataque sistemático a sus fuentes de financiación y el aumento del apoyo económico a los países donde operaba la organización para que luchasen contra ella. Clarke también propuso incrementar las operaciones encubiertas en Afganistán para destruir el santuario que les proporcionaban los talibanes. También pretendía aumentar la ayuda que EE UU prestaba a la Alianza del Norte, la coalición de fuerzas afganas que se oponía por las armas al régimen talibán.
Al mismo tiempo, la Fuerza Aérea de Estados Unidos debería estar lista para bombardear los campos de Al Qaeda e introducir en Afganistán fuerzas de operaciones especiales. El plan costaría "varios cientos de millones de dólares", según Time. En palabras de un alto cargo del Gobierno de Bush, las propuestas de Clarke consistían "en todo lo que hemos hecho desde el 11 de septiembre".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 5 de agosto de 2002