Con dos partidos en menos de 24 horas, España se posicionó satisfactoriamente de cara al ser o no ser de este campeonato, la delgada línea que separa el éxito o la decepción en esta aventura: el partido de cuartos de final. Entre el encuentro de Puerto Rico y el de Brasil, el equipo pasó del despertar amargo que supuso la derrota ante el eterno Piculín y sus correosos compañeros hasta la victoria gratificante frente a los brasileños y que coloca a España en un lugar que no hay que olvidar que todo el mundo lo hubiese firmado antes de comenzar el campeonato. Han sido dos partidos muy exigentes y que demuestran algo que quizás el excelente arranque del equipo español había hecho olvidar. Un Mundial es una competición muy complicada, de un día para otro el panorama cambia radicalmente y hay que mantenerse al margen tanto de euforias descontroladas como de estados depresivos que el ritmo frenético de partidos puede convertir en letales. Por lo visto ante Brasil, España lo ha entendido y llega tiene el definitivo cruce bien enfocado.
Según avanza el campeonato, a España le van surgiendo nuevos y peligrosos problemas derivados simplemente del transcurrir de jornadas y partidos. El primero es el cansancio acumulado. Así como nos sobra ambición y otras cualidades que surgen más del corazón y la cabeza que de las piernas, andamos más bien cortitos de recursos tácticos. Nos falta un pívot intimidador, un tirador experimentado y solvente y un base con más pujanza e iniciativa que la que pueden aportar el siempre correcto Rodríguez o el novato Marco. Esto obliga a que todo lo que tiene que hacer España para ser competitiva lo debe lograr con un extra de esfuerzo físico que según pasan los días acaba pesando. En ataque y sobre todo en defensa. Estas limitaciones han obligado a Imbroda a crear un estilo en el que España defiende atacando, axfisiando al contrario, presionándole en toda la cancha, con constantes rotaciones y en ocasiones larguísimas ayudas de un lado al otro del campo. Para desarrollarla con efectividad, las piernas deben responder adecuadamente. A España le fallaron ante Puerto Rico, mucho más pujante físicamente, y pareció recuperarlas ante Brasil, ayudado también por un estilo mucho menos enérgico que los centroamericanos. El otro problema surge del conocimiento que todos los equipos van cogiendo de sus rivales al verlos día a día. Volviendo a la escasez de medios, el ataque español es sota, caballo y rey, o lo que es lo mismo, Gasol, Navarro y a ver si metemos los triples. Cuando a Gasol le rodean como si fuese el asedio del Alamo, si a Navarro no le entran sus bombas, si Garbajosa ha perdido tino en sus triples, el ataque se espesa en demasía.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 5 de septiembre de 2002