George W. Bush y Tony Blair perfilaron ayer una estrategia que debería desembocar, en algún momento del año próximo, en un enfrentamiento bélico con Irak. El presidente de EE UU y el primer ministro británico, reunidos en la residencia campestre de Camp David, al norte de Washington, se mostraron de acuerdo en proponer a la ONU que emitiera un ultimátum a Bagdad. El ultimátum exigiría a Sadam Husein que aceptara el retorno de los inspectores de armamento, sin condiciones y en un plazo máximo de dos o tres meses. De no ser así, Irak sufriría, en palabras de Bush, "acciones punitivas".
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Bush y Blair -sin corbata para mostrar su aspecto relajado- reconocieron que no confiaban ya en la efectividad de las inspecciones y que el objetivo del ultimátum sería facilitar la formación de un frente internacional contra el régimen iraquí. Blair, que tenía previsto volver a Londres tras la cena ofrecida por Bush en Camp David, dijo que "es la ONU la que tiene que afrontar este asunto , no evitarlo".
El problema que debían afrontar los dos dirigentes era la reticencia generalizada de la comunidad internacional a respaldar una segunda edición de la guerra del Golfo. Los presidentes de Francia, Rusia y China, los otros tres países con puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU y con derecho de veto, ratificaron el viernes en conversaciones telefónicas con Bush que los problemas con Sadam Husein, al que EE UU y el Reino Unido acusan de acumular armas químicas y de desarrollar un programa nuclear para construir armas atómicas, debían resolverse por vías diplomáticas.
Blair, que junto al israelí Ariel Sharon es el único aliado firme de que dispone Bush en sus planes bélicos, declaró antes de volar a Washington que la cuestión iraquí no podía esperar más tiempo. "Se ha llegado al momento de las decisiones, porque sabemos que las sanciones son insuficientes y sabemos que sigue tratando de desarrollar armas de destrucción masiva", dijo. Blair anunció la semana pasada que haría público próximamente un informe con pruebas sobre el rearme iraquí, prohibido por una resolución de la ONU en 1991, y aseguró que estaba dispuesto a "pagar con sangre" en territorio iraquí el precio de la "relación especial" de Londres y Washington.
George Bush se dispone a ir a la guerra con el único apoyo de los británicos si no consigue convencer al resto de los miembros del consejo de seguridad, o asegurarse al menos su abstención. Pero antes apurará la vía diplomática, que pasa necesariamente por la ONU. El 12 de septiembre, un día después de las conmemoraciones del 11-S, Bush hablará ante la Asamblea General de Naciones Unidas y expondrá su estrategia. El paso inicial, según fuentes de la Casa Blanca, será la petición de un ultimátum. El presidente estadounidense dirá a los delegados del resto de las naciones que la ONU no puede permitir que sus resoluciones sean despreciadas por Sadam Husein, y que si no impone un desarme real a Irak, la institución internacional perderá toda su credibilidad. En ese caso, Bush considera que el Ejército de EE UU estará legitimado para actuar sin el respaldo del consejo de seguridad.
El reenvío de los inspectores, si Irak acatara el ultimátum, sólo sería un primer paso. Altos funcionarios de la Casa Blanca reconocieron ayer que el propósito de Bush era "crear el escenario para un enfrentamiento" porque todos los resultados del proceso debían "desembocar en el uso de la fuerza, quizá a principios del año próximo". El discurso ante la ONU y el posible ultimátum serían, según las mismas fuentes, "sólo un último intento de forjar una coalición amplia" para la guerra.
Según el diario londinense The Daily Telegraph, Blair estudia la posibilidad de que se modifique el mandato de los equipos de inspecciones de armas de la ONU para dotarlos de protección militar. Añade el diario que Blair propodría a Bush el envío de un contingente de tropas estimado en un mínimo de 20.000 efectivos y un máximo de 50.000, a los países fronterizos con Irak, para demostrar a Sadam la gravedad de la situación.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 8 de septiembre de 2002