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ELECCIONES ALEMANAS

Schröder gana a los puntos en el último debate en TV con Stoiber

La lucha contra el paro domina el duelo entre ambos candidatos

Con apuntes incisivos, argumentos contundentes y una que otra broma, el canciller alemán, Gerhard Schröder, logró ayer hacer sombra a su contrincante, el conservador Edmund Stoiber, durante el segundo y último debate televisivo, celebrado a dos semanas vista de las elecciones generales del 22 de septiembre con discusiones a fondo sobre el problema del paro y una eventual guerra contra Irak.

Un primer sondeo del instituto de opinión Infratest-Dimap dio como ganador en prácticamente todas las categorías -entre ellas, simpatía, credibilidad y claridad- al canciller, que una y otra vez respaldó en sus intervenciones a su socio menor de coalición; Los Verdes. En lo que confirma una tendencia ya evidente antes del debate, el candidato conservador fue considerado más capaz que su adversario tan sólo en temas económicos.

Stoiber fue casi monotemático durante buena parte del debate, que duró 75 minutos y, al igual que el primero, se estructuró en torno a las preguntas formuladas a cada uno de los candidatos por dos periodistas, en esta ocasión conocidas presentadoras de la televisión pública. Independientemente de cuál fuera el tema, el presidente de la Unión Social Cristiana (CSU) siempre lograba mencionar que Schröder incumplió su prome-sa electoral de 1998 de reducir sustancialmente el paro y, por tanto, no merece ser reelegido. Stoiber respaldó sus ataques con una pro-fusión de cifras sobre la crítica situación económica, que pudo de-jar entre más de un espectador la impresión de cierta pedantería.

El actual canciller, por el contrario, evitó en todo momento entrar en estos detalles y, en general, intentó transmitir la impresión de que no es para tanto. Schröder, que en el primer debate había mostrado un sorprendente recato frente a su rival, en esta oportunidad hizo gala de todo el aplomo y toda la soltura que le permiten su gran talento mediático, y atacó constantemente con pequeñas puyas al bastante más tenso líder conservador.

A juzgar por sus apuntes más frecuentes e incisivos, el socialdemócrata llegó a los estudios de televisión en el Este de la capital alemana con una misión clara: promover una alternativa de izquierda (en lo que va de la campaña, rara vez se le había escuchado defender con tanto ahínco a Los Verdes, socio menor de la coalición y patria chica del político más popular del país, el ministro de Exteriores, Joschka Fischer), ganar votos entre el electorado femenino (que de por sí prefiere al canciller sobre el candidato conservador), y dejar a su contrincante como un político provinciano, bávaro por más señas, lo que en amplias zonas del centro y norte del país despierta considerables suspicacias.

El debate más intenso se vivió a la hora de discutir ante millones de espectactores lo que Schröder llamó una "cuestión existencial de guerra y paz": la postura frente a un eventual ataque contra Irak. El canciller, ese mismo que hace apenas un año habló de "solidaridad irrestricta" con EE UU, reiteró que bajo su mando de ninguna ma-nera habrá una participación alemana en una operación militar contra Bagdad, ni siquiera en el caso de que ésta cuente con el res-paldo de las Naciones Unidas. Schröder empeñó su palabra en este tema: "Mi actitud no cambiará ni antes ni después de las eleccio-nes", dijo.

En lo que quizá sea una posición más coherente, pero en todo caso es menos popular, Stoiber, por el contrario, resaltó que el tono combativo y demagógico del canciller está causando serios estragos en las relaciones con Washington.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 9 de septiembre de 2002